_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Israel y Palestina, una cura amarga y dolorosa

Llorando y disparando. Aunque resulte que esa chusma asesina ha sido impulsada de verdad desde Damasco, no debemos interrumpir las negociaciones. Por el contrario, las negociaciones deben acelerarse, pero en este caso y al mismo tiempo debemos hacer daño a los que nos están haciendo daño a nosotros. El presidente Asad tiene, dos opciones: a) no se dispara durante las negociaciones. Ni Siria ni Israel; b) se dispara y se sigue con las negociaciones simultáneamente. La historia cuenta con múltiples precedentes. Pero si el señor Asad elige la segunda alternativa, hay que dejar bien claro que Siria no será la única que apriete el gatillo.Israel y Palestina. Lo anterior es aplicable también a Palestina: les estamos hablando de una paz justa, global y segura. Hablar y no luchar, o hablar y luchar. Si Palestina sigue dañando a Israel; Israel le hará daño a Palestina, aunque no interrumpirá las negociaciones de paz.

No obstante, esto es mucho más complicado que en el caso de Siria, porque Siria es una entidad existente y Palestina no lo es. Hubiera sido mucho más fácil para nosotros si hubiera existido una Palestina. Mientras tanto, los asesinos disidentes de la paz pueden llevar a cabo a placer una guerra de terror contra nosotros, que sólo podemos utilizar la acción policial contra ellos. En otras palabras, encontrar a los autores es como buscar una aguja en un pajar. Es imposible lanzar un ataque militar contra objetivos militares o estratégicos palestinos y aún somos una fuerza de ocupación en Hebrón y TulKarem. Nos vemos obligados a actuar como una fuerza policial en lugar de como una fuerza militar contra un Gobierno palestino que no quiere o no puede cumplir el Acuerdo de Paz.

Es tan necesario como útil que exista un Estado palestino junto al Estado de Israel tan pronto como sea posible, primero y principalmente porque es justo y moralmente válido que toda nación exija el derecho a vivir en paz en su propia tierra. En segundo lugar, porque si hubiera una Palestina al lado de Israel, existiría una buena posibilidad de que este fanatismo abominable desapareciera, o al menos se redujera. En tercer lugar, porque existe una buena posibilidad de que, por mor del miedo o el peligro, u otras consideraciones, un Gobierno palestino consideraría importante la supresión de estas bandas asesinas. En cuarto lugar, porque si un Gobierno palestino no hiciera nada para sofocar estos ataques mortales contra Israel, Israel podría responder atacando legítimos objetivos palestinos en lugar de tener que continuar con este juego interminable de policías y ladrones.

¿Quiénes son esos israelíes que quieren frenar la paz? Las mismas personas que siempre y bajo cualquier circunstancia querían interrumpir las negociaciones: hasta la Intifada, los palestinos habían sido considerados una reserva sumisa de obreros de la construcción, camareros y limpiadores de alcantarillas. Los que se oponen a la paz han venido proclamando arrogantemente que no había ninguna necesidad de renunciar ni siquiera a un centímetro de terreno. ¿Por qué tendríamos que hacerlo? ¿Qué hay de malo en cómo están las cosas ahora en lo que a nosotros se refiere, y en lo que a ellos se refiere? Si no nos olvidamos de arrojarles una moneda de vez en cuando, no sólo nos besarán los zapatos, sino que se sentirán felices con seguir limpiándolos hasta el fin de los tiempos.

Desde la Intifada, esos mismos genios nos han seguido explicando que "las concesiones sólo están acrecentando su impertinencia". Mientras un palestino siga sentado calladito no recibirá nada de nosotros, excepto humillaciones y explotación. Si se resiste, se le someterá con mano de hierro.

La sabiduría de estos autistas morales tiene el saber de una sola palabra: destruirles.

¿ Extremismo palestino? ¿Moderación? ¿Sufrimiento? ¿Pobreza? ¿Terror? ¿Hambre? ¿Ataques? ¿La desesperación de los refugiados sin hogar? No importa. Dadles un buen puñetazo y habremos terminado con ellos. Parecen olvidar y están intentando que nosotros olvidemos, que siempre les hemos estado dando un puñetazo tras otro: la derrota y la ocupación con mano de hierro, asesinándoles en Kibia y Kfar Kasem, y en el Monte del Templo, en Jerusalén, y en la Gruta de los Patriarcas, en Hebrón. Aplastar, pero no hemos terminado con ellos.

Ellos y nosotros. El conflicto entre nosotros y los sirios es un conflicto en blanco y negro: Siria es la agresora, Israel la víctima de la agresión. Derrotamos a Siria en varias ocasiones y tomamos parte de su territorio, y mantendremos ese territorio al menos durante el tiempo que tardemos en llegar a una paz segura, entre nosotros. Así fue con Egipto y con Jordania.

El conflicto entre nosotros y los palestinos no es un conflicto en blanco y negro. Se debió principalmente a la crueldad y extremismo de sus líderes que el pueblo palestino haya perdido todo lo que tuvo: sus ciudades, pueblos, casas, campos, identidad y dignidad y, especialmente, sus esperanzas de futuro. No es fácil pelear con alguien que ha perdido todo lo que tuvo porque está desesperado y furioso y porque prácticamente, no queda nada con que amenazarle. Cuando a un niño de tres años le duele la rodilla, puede golpeársela con el puño para que deje de dolerle, para que se apague el dolor y se vaya y se acabe.

El problema entre los palestinos y nosotros es trágico. Una herida profunda, una catástrofe, y no se puede seguir dando golpes a esa herida hasta que deje de serlo. Hay que curarla. La cura será amarga y dolorosa y exigirá una intervención quirúrgica, tanto porque la herida es extremadamente complicada como porque nosotros, debido a nuestro miedo y nuestra ceguera, hemos venido posponiendo todos los intentos de curación durante tantos años que ahora la herida se ha infectado. Está llena de pus y está sangrando seriamente. El proceso de curación avanzará y tendrá recaídas, tendrá días buenos y días terribles. Pero no debemos olvidar ni por un momento que por fin, después de tantos años de angustia, odio y muerte, hemos empezado -y esto es sólo el comienzo- el proceso de curación de la herida. Tenemos que apretar los dientes y seguir con la cura. No hay elección.

¿Cómo terminará todo? La tierra de Israel es la única patria de los judíos. Palestina es la única patria para los palestinos. Vamos a tener que compartirla: es nuestra desde aquí hasta allí, y es suya desde aquí hasta allí. Y si es necesario, se levantará una valla electrificada y se sembrarán campos de minas para separamos a nosotros de ellos hasta que todos experimentemos un cambio de corazón.

Un Estado palestino vecino es tanto un beneficio nacional para Israel como una obligación moral a fin de empezar a desecar la ciénaga de desesperación y fanatismo de la que surgen las feas cabezas de esos Goldsteins nuestros y suyos. Para que una vez más haya esperanzas de futuro, para ellos y para nosotros, porque nuestras esperanzas de futuro dependen de las suyas.

Y para que, finalmente, ellos también tengan algo que perder. Así tendrán que pensárselo dos veces.

Amos Oz es escritor israelí, autor de La tercera condición, publicada por la editorial Seix Barral. Copyright Amos Oz, 1995.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_