Nacional-populismo a la italiana
La refundación politica de Fini busca lavar la cara del neofascismo
Alianza Nacional (AN) nace con la vocación "revolucionaria" de rescatar la libertad "tiranizada" durante décadas por "la oligarquía" partitocrática, vertebrando un nuevo sistema de "democracia directa" que facilite una "fuerte restauración del poder decisorio", bloqueado por la precedente política de consenso, a través del presidencialismo. Esto garantizará la vuelta a la "verdadera democracia" que "es la soberanía del pueblo".Sin duda, con la disolución del MSI, el nuevo partido de Gianfranco Fini se ha desmarcado del fascismo, pero la línea argumental desarrollada en las tesis de su congreso fundacional tiene un marcado sabor nacional-populista que casa mal con la reflexión política. al uso entre los partidos liberal-democráticos a los que la nueva derecha italiana pretende aproximarse.
Hay que decir de entrada que el partido de Fini se piensa a sí mismo como la expresión de un fenómeno transnacional, de "un pacto social victorioso que tiene amplia mayoría en Italia, como también en el corazón de Europa: en Francia, Alemania, Inglaterra y pronto también en España". Y proclama ser "el primer verdadero movimiento político de la II República" italiana, que se construye sobre "las cenizas" que han dejado una explosión de escándalos de corrupción que atraviesan el continente.
AN se propone como la avanzadilla de un proceso regenerador frente ' a una situación que describe, en relación con el caso específico italiano, como "la paradoja de una democracia formalmente realizada bajo la perspectiva de los derechos, pero políticamente débil, desde el momento en que el tipo de funcionamiento previsto por la Constitución comporta el predominio de oligarquías, como muy frecuentemente han sido hasta aquí los partidos, intrínsecamente hostiles a cualquier desarrollo participativo".
Las tesis del congreso, en las que la pluma del líder se adivina omnipresente, expresan de este modo la clave del cambio italiano: "La I República se regía mediante el consenso de capas protegidas, es decir, mediante el acuerdo entre la gran finanza y los sindicatos. Sus consignas eran seguro de desempleo y pensiones de invalidez". Ahora, "la pequeña y mediana empresa se liberan de las hipotecas de la gran industria, y facilitan el cemento justo en tomo al cual se coagulan comerciantes y artesano, pero también profesionales y desempleados; todos aquellos a los que los sindicatos no garantizaban ni podían garantizar nada".
Otro pasaje de sabor leninista y más contundente resume así lo que, está ocurriendo: "La I República privilegiaba a la burguesía parasitaria, vivía de clientelas, de comisiones ilegales. ( ... ) La II República debe dar voz a la burguesía productiva, a la que vive de su trabajo", y acabar con lo que era "una democracia sin el pueblo".
La vía para lograrlo es la reforma institucional. "No hay espacio para doctrinas u orientaciones que corisideren superada la división de poderes ( ... ), pero puede no ser necesario, como prevén los esquemas clásicos, el recurso a la investidura parlamentaria de los Gobiernos, si éstos nacen de una consulta popular directa", sostienen las tesis de AN.
Sus propuestas de cambio se orientan hacia un sistema electoral mayoritario simple de tipo inglés, en el que, en cada circunscripción, compiten frente a frente dos candidatos; y hacia un presidencialismo fuerte.
"El presidencialismo, entendido como solución a la grave crisis de representación, no puede traducirse solamente en una fuerte restauración del poder decisorio, sino que debe uniformarse y adecuarse a los grandes impulsos nacidos más abajo que puede provocar un sano aütonomisino", se añade en otro apartado del texto.
¿Es AN un partido liberal? Las tesis de su congreso fundacional, sobre cuya base se redactarán los es1tutos, reflejan en parte el peso de su historia pasada y dejan suficientes cosas sin aclarar como para suscitar dudas sobre el futuro.
Karl Schmidt, Giovanni Papini y Gabriele d'Annuncio son algunos autores citados como modelo para conjugar autoridad y libertad. Pero Fini busca inspiración en fuentes más cercanas como en el papa Juan Pablo II, del que comparte las críticas al "relativismo y al agnosticismo" -"una democracia sin valores se convierte fácilmente en totalitarismo", escribe, citando la encíclica Centesimus annus-, probablemente también porque, en Italia, todo partido de masas, como el que Fini pretende, debe buscar el voto de los católicos.
Es muy crítico con el aborto, aunque no se compromete a exigir su abolición; duro con los infractores de la ley y generoso en la política hacia el sur, si bien insiste en que las subvenciones han contribuido a la corrupción y al subdesarrollo. Pero para definir "su capitalismo social", Fin¡ tendrá que aclarar todavía muchas más cosas.
¿Es AN un partido demócrata? Sobre el papel, sí. Se vanagloria de no haber utilizado la corrupción como pretexto y asegura que "la dosis de decisión que hay que poner en la práctica política la decidirán las leyes que votará el Parlamento", el cual es, para AN, la sede donde deben decidirse todas las reformas del sistema.
El problema es que las tesis fueron escritas antes de que la Liga Norte diera al traste con la coalición de gobierno diseñada por Silvio Berlusconi. Desde entonces, Fini ha demostrado que los plazos del Parlamento pueden resultarle demasiado largos y que es capaz de forzar la mano con las instituciones para que la Constitución se interprete como él quiere.
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