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Un escape de gas mata a una pareja de deficientes y a sus dos hijos

Jan Martínez Ahrens

Un matrimonio y sus dos hijos -de dos años y de nueve meses- murieron el pasado sábado por un escape de gas en su vivienda de Cenicientos, un pueblo de 1.800 habitantes en el suroeste de Madrid. La Guardia Civil certificó que la fuga se debió al mal ajuste de la caperuza de una bombona. La pareja -ambos deficientes psíquicos, según el Ayuntamiento- carecía de trabajo y vivía de una pensión no contributiva que reportaba a la familia 64.000 pesetas mensuales.A finales del año pasado el matrimonio, debido a sus minusvalías, participó satisfactoriamente en un programa experimental de la Comunidad de Madrid para la educación de sus niños, según fuentes municipales.

La hipótesis de un suicidio barrió ayer la localidad: el padre, de 36 años, temía que le retirasen a los pequeños y había pagado tres días antes un seguro de entierro. El día de los hechos coincidió con su cumpleaños.

Los cadáveres fueron descubiertos por un vecino a las 17.30. La autopsia ha demostrado que para entonces los cuerpos llevaban cinco horas muertos. Este dato sitúa la hora del devastador escape a las doce de la mañana. Pleno día.

De hecho, a las once de la mañana, la madre, María Esperanza Fernández Linares, de 26 años, fue vista por los vecinos con la bolsa de la compra. Como siempre, llevaba un pitillo en la boca. Su minusvalía era conocida por todos en el pueblo.

Cuatro años antes se había casado en Parla con Fernando Pérez Freire, de 36. Ninguno trabajaba. Como mucho, él sacaba unos cuartos con la limpieza de algún bar. En los últimos meses, ni eso. El Ayuntamiento de Cenicientos, localidad a la que el matrimonio llegó hace dos años, les facilitó en más de una ocasión mantas y alimentos.

La vivienda de alquiler que ocupaban en la travesía de la Ermita, 8, les costaba unas 23.000 pesetas al mes. Los caseros recordaban ayer sus dificultades para efectuar los pagos.

El piso, de tres habitaciones con ventanas, mide unos 80 metros cuadrados y posee un amplio recibidor. Allí, tirada sobre el suelo, fue hallado, hacia las cinco de la tarde del sabado, el cadáver de la mujer. El descubrimiento corrió a cargo de un vecino de 15 años. Salió gritando. Había acudido a buscar a Fernando. Tenían planeado ir al campo a por leña para la nueva estufa del matrimonio.

Los alaridos del joven alarmaron al vecindario. Se avisó a la Guardia Civil. Cuando, los agentes entraron en el domicilio persistía el fuerte olor a gas.

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La Guardia Civil afirma que un mal ajuste de la bombona de butano causó el escape

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Cada cuerpo ocupaba una habitación distinta. El de Fernando fue descubierto, de rodillas, al pie de la cama. "En ademán de acostarse", concretó una fuente municipal. El hijo mayor, Javier, de dos años, quedó boca abajo, en el suelo del comedor. El pequeño, José Javier, de nueve meses y bautizado hace uno, falleció encima de su cama.

El certificado médico de defunción establece que la familia murió a causa de una insuficiencia respiratoria aguda. La bombona estaba colocada en la cocina y alimentaba un calentador. La Guardia Civil, que envió un equipo de su Policía Judicial, comprobó que ninguno de los mandos estaba abierto. Tampoco lo estaban las ventanas. Los vecinos señalaron que la madre, el pasado viernes, compró un tubo de goma para la bombona. La instalación de este accesorio pudo causar la tragedia.

Dinero para el entierro

Los cadáveres fueron trasladados a San Martín de Valdeiglesias, donde se les practicó la autopsia. Los familiares no pudieron pagar los nichos del cementerio de dicha localidad, por lo que los cuatro féretros -dos de ellos, blancos y diminutos- fueron enterrados ayer por la tarde en Cenicientos, donde el alcalde, Jesús Ampuero, brindó gratuitamente el espacio necesario para el sepelio.

"Nadie nos ha explicado lo que ocurrió. Esto no es normal", clamaba Melchor Fernández, el padre de Esperanza. Compungido, rememoraba los tiempos en que su hija -"sí, estaba un poco atrasada"- se enamoró de Fernando entre cervezas y paseos. Un recuerdo lejano: "Ni sabíamos que vivían en Cenicientos".

Ambos, según los informes que el alcalde maneja de los servicios municipales de asistencia, sufrían, a diferencia de sus hijos, un cierto retraso mental, más agudo en Esperanza. Considerados como "buena gente" por los vecinos, durante dos meses fueron objeto de un programa experimental del Instituto de la Infancia de la Comunidad de Madrid, en el que participaban un pedagogo y un psicólogo. El objetivo era enseñarles a educar a sus hijos. Los resultados fueron positivos, siempre según fuentes municipales.

La hipótesis de un suicidio, que ningún organismo oficial confirmó, corría ayer como un viento frío por Cenicientos. Fernando Pérez había pagado tres días antes la póliza de un seguro de entierro suscrito un mes antes con la compañía Ocaso, según fuentes municipales, que también indicaron que el hombre estaba amargado por la posibilidad de perder la potestad sobre sus hijos, Javier y Jesús, cuestionada por personas cercanas al entorno familiar. "Era quien más los quería. Andaba loco con ellos", comentan los vecinos.

Los propietarios del inmueble tampoco se explican cómo una bombona mal, cerrada pudo causar tal tragedia en un. piso aireado y relativamente: grande. "¿Nadie se percató del olor? ¿Acaso Esperanza no fumó? Pero ¡si lo hacía a todas horas!", se preguntaban los lugareños, a quienes la hora de las muertes, las doce de la mañana, les parece inquietante.

La Policía Judicial de la Guardia Civil de Tres Cantos, según fuentes cercanas a la investigación, sólo ha establecido hasta ahora que los fallecimientos sobrevinieron por inhalación de gas y que en ningún momento los mandos de la cocina, contra lo habitual cuando alguien quiere quitarse la vida, fueron abiertos.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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