Malos tiempos para el directo
La escena musical del directo, en plena reciprocidad a los tiempos que vivimos, se muestra cicatera y poco generosa. Debido a un cúmulo de presiones de toda índole, España deja de ser ese paraíso en el que era posible ver en directo, cualquier noche de la semana, más de una propuesta interesante y el cuentagotas vuelve a funcionar.Menos mal que Barcelona echa una mano y genera grupos como Umpah Pah. Pura mixtura de lenguajes rockeros y variadas intenciones musicales. Cuentan con un solista personal, Adriá Puntí, en cuya voz resbalan las gotas del licor espirituoso que elevó a tantos personajes ultrasensibles a la categoría de inmortales: Neil Young, Janis Joplin, Van Morrison, Tom Waits... Poseen osadía, al entrar a saco en múltiples estilos con la seguridad que da el saber que en todos ellos se posa una significativa partícula de uno mismo. Tienen un directo intenso, en el que dos guitarras trenzan una malla de acero, el cantante hace uso y disfrute del espacio escénico y la sección rítmica se aplica, concienzuda, a los suyos sin perder el compás.
Bambino es otra cosa. El Rey de la Rumba ha conseguido, con sus portentosas adaptaciones a ese patrón rítmico de los clásicos de Machín, Manzanero u Olga Guillot, que varias generaciones de españoles hayan tenido, al menos, una cinta de casete suya. A pesar de no estar ahora en la cumbre de sus condiciones, el de Utrera sigue sabiendo recrear como nadie la atmósfera de los perdedores del amor: acodados en la barra de un bar de mala nota, nublados por el humo de múltiples vicios y traspasado el corazón a causa de la vida canalla. La pared, Corazón loco, Procuro olvidarte, Adoro o El poeta lloró -valerosamente interpretado, sin micrófono, en umplugged total- arañaron el corazón de la audiencia que acudió al reencuentro con el mito.
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