Una autonomía de juguete
Leguina quiere saber si va de sargento o de general a la candidatura de la Comunidad. Barranco, por su parte, es arrastrado a la fuerza a la de la alcaldía. "Sé que me ofrecen ir para perdeR", ha dicho, "si fueran a ganar, no me lo ofrecerían". Qué espectáculo, ¿no? ¿Se imaginan las declaraciones de Leguina y Barranco en Santiago de Compostela, Bilbao o Barcelona? Desde luego que no, pero es que ésas son autonomías de verdad, mientras que la nuestra es de juguete. Vamos, que si Leguina ha recurrido al símil castrense no es por instinto militar, sino por afición al juego. Se ve que no es capaz de imaginar la realidad autonómica más que habitada por soldadillos de plomo, y quiere saber cuántas estrellas le han pintado a él en el hombro.Así que la Comunidad de Madrid es un juguete plegable, uno de esos artefactos que ocupan mucho espacio en las casas, como el scalextric, por eso sólo se ponen una vez al año. En este caso, una vez cada cuatro anos, para montar el número de las elecciones. Leguina ya está un poco cansado de jugar a la autonomía madrileña, y se comprende: lleva jugando a ella desde 1983; se ha presentado. cuatro veces. Si su partido quiere que continúe jugando a un juego que le hastía, tienen que darle una graduación, unos galones, un disfraz, algo. Lissavetzky le ha dicho que ir de uno es más que ir de sesenta, pero ahora no hablamos de números, sino de jerarquías. Por lo visto, se puede ir de uno siendo sargento y de, sesenta siendo general. Y eso se lo tienen que resolver desde fuera, desde el partido, porque él ya no está, dispuesto a conquistar su espacio, a darle un contenido propio a la candidatura; el contenido está en la forma, o sea, en los galones, y eso es lo que Lissavetzky no le arregla. El problema de este lapsus tan significativo de Leguina es que delata una falta excesiva de fe en el suceso autonómico madrileño.
Por otra parte, Barranco se presenta a la fuerza a la alcaldía. Su cabeza le dice que no debe aceptar la candidatura. También está harto de jugar. Y de perder, imaginamos. Ha aceptado regresar a la mesa de juego porque aún no se ha hecho de día; lo que pasa es que se ha sentado con una cara de perdedor tal que puede matar de aburrimiento a sus adversarios.
Vamos, que las elecciones de mayo, si Lissavetzky o Acosta no lo arreglan, van a ser tediosas. Y es que son 12 años jugando a una comunidad de cartón piedra. Cada vez que sacamos del armario el tablero de juego y lo abrimos, está más roto, más deteriorado. Parece, un belén sin renovar: a la figurita que no le falta una mano le falta una pierna. En cuanto al Ayuntamiento, la verdad es que su gestión es sota, caballo y rey. El caballo y el rey ya lo han puesto: es ese horror ecuestre dedicado a Carlos III. Queda la sota, que debe ser la suciedad de las calles; a los candidatos no se les ocurre otra cosa.
Yo recomiendo a los candidatos que vuelvan a leer las preguntas que el domingo pasado le hizo Jan Martínez Ahrens a Pilar Lledó en estas mismas páginas. (las respuestas carecen de interés: son todas defensivas). Coges esas preguntas, las pones una detrás de otra y te dan una radiografía de Madrid con la que cualquiera que se tomara en serio las elecciones de mayo podría hacer un programa. Ahí estaba todo, desde el problema de la seguridad (tres de cada cuatro delitos se quedan sin resolver) hasta el del chabolismo (somos los primeros chabolistas de Europa), pasando por el secuestro (sin resolver) de Anabel Segura, la falta de coordinación entre las fuerzas policiales, etcétera. Todo eso no lo pueden solucionar dos perdedores. Que se vayan a jugar a otra autonomía.
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