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El difícil camino de la colaboración antiterrorista

A finales de 1982, los respectivos partidos socialistas. gobiernan, por vez primera, a ambos lados de los Pirineos. Deseosas de aprovechar esta circunstancia, Francia y España nombran como embajadores a dos políticos: Pierre Guitidoni, de la Ejecutiva del PS francés, y Joan Raventós, dirigente socialista catalán.La afinidad ideológica no será suficiente, sin embargo, para vencer los recelos históricos y, el 26 de octubre de 1983, el ministro de Exteriores, Fernando Morán, un francófilo convencido, admite en el Congreso que las relaciones entre París y Madrid "atraviesan por uno de los momentos más bajos de su. historía". Ese mes se producen en el sur de Francia dos precedentes inmediatos del GAL: la desaparición de Lasa y Zabala y la detención de cuatro policías españoles cuando intentan secuestrar a Larretxea.

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Pese a las buenas palabras, Francia no impide que los dirigentes de ETA se muevan líbremente por su territorio, desde donde organizan atentados, cobran el impuesto revolucionario, se reorganizan los comandos y funcionan las fábricas de explosivos y armas.

La tradición francesa de asilo, el convencimiento de que "contra el terrorismo vasco no es suficiente una respuesta puramente policial" -como declara a EL PAÍS el jefe de la diplomacia francesa, Claude Cheysson, el 21 de octubre de 1984- y la existencia de un pacto implícito de no agresión entre Francia y ETA pesan más que la solidaridad con sus homólogos españoles.

El 2 de noviembre de 1983, los Reyes cenan en privado con el matrimonio Mitterrand en El Elíseo. El 20 de diciembre es Felipe González quien se reúne con el jefe del Estado francés, al que explica que ETA "lucha contra la democracia". Preguntado por la respuesta de su anfitrión, González responde-, "Supongo que entiende este razonamiento". Entre una y otra entrevista han hecho aparición los GAL. El 4 de diciembre es secuestrado Segundo Marey, y la víspera de la visita del presidente español a París se produce el primer asesinato, el de Ramón Oñaederra.

La actitud de Francia va cambiando a lo largo de estos años, aunque con demasiada lentitud para las impacientes autoridades españolas. El 26 de septiembre de 1984, Francia extradita por primera vez a tres etarras, en medio de una fuerte polémica. A la largo de ese año, 17 etarras son expulsados de Francia y otros 26, confinados. Interpol acepta 95 órdenes de detención contra miembros de ETA.

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Ninguna de estas medidas impide que los GAL sigan actuando y que, en febrero de 1986, sus mercenarios hayan matado a 21 personas y herido a 30. Un mes después, la derecha francesa gana las elecciones y comienza la entrega masiva a España de refugiados vascos. Los GAL -salvo el asesinato de García Goena, en julio de 1987, que se atribuye a un chantaje de los pistoleros contra sus superiores- desaparecen para siempre del mapa.

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