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¿Democracia sin demócratas?

Al menos, la acción militar en Chechnia se ha visto coronada por un éxito indudable. Pero como víctima colectiva han sucumbido los "demócratas" rusos, o mejor dicho, los moscovitas, aquellos que constituían el apoyo político de ese régimen que se creó como algo amorfo en 1991 y obtuvo en octubre de 1993 una base social más clara, aunque más limitada.La derrota de los "demócratas", unidos antaño en su lucha contra de la supremacía del partido comunista, es más demoledora y compleja de lo que muchos piensan tanto en Rusia como en Occidente. El presidente Boris Yeltsin y el Defensor del Pueblo Serguéi Kovaliov son el símbolo de la escisión más absoluta que uno pueda imaginar: El primero era comandante en jefe de un Ejército, bajo cuyas bombas y disparos en Grozni se encontraba el segundo.

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Las más brillantes figuras de las filas demócratas, como Yegor Gaidar y Grigori Yavlinski, han pasado a la oposición, más o menos irreconciliable, a Yeltsin. Pero coincidir en el tema de Chechnia no ha acercado en absoluto a Gaidar y Yavlinski, que siguen discrepando en aspectos de la política económica, y, por supuesto, en sus ideas sobre quién debe ser el próximo presidente de Rusia. Yambos se han alejado del tercer líder democrático, Boris Fiódorov, jefe de la fracción La unión Liberal-demócrata del 12 de Diciembre que apoyó decididamente la operación en Chechenia, aunque condenó con la misma decisión la incompetencia de su puesta en práctica.

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La descisión afecta además a los partidos y fracciones democráticos. Si YávIoko, la fracción de Grigori Yavlinski, todavía aguanta, el grupo de Boris Fiódorov obviamente no apoya unánimemente la posición de éste. Las cosas están aún peor en la organización dirigida por Yegor Gaidar, la Opción Democrática de Rusia. Personajes tan brillantes como Guennadi Búrbulis o Ella Pamfílova, y a principios de la crisis chechena, el ministro de Exteriores, Andréi Kózirev, se han distanciado paulatinamente de ella. En los mítines, Yegor Gaidar lanza graves acusaciones contra el Gabinete, pero en éste quedan aún algunos miembros de su grupo, cómo Anatoli Chubais, primer vicejefe del Gobierno.

La tragedia chechena una prueba más, tal vez la última, para la firmeza de espíritu y de la solidez de las convicciones de los demócratas. El éxito de Vladimir Zhirinovski en las elecciones legislativas del 12 de diciembre de 1993 y una serie de victorias de los comunistas mezclados con personajes sospechosos en las elecciones locales e intermedias de 1994, han inducido a muchos a exigir que se aplacen o se anulen los comicios parlamentarios y presidenciales para que Yeltsin pueda quedar en el poder como el único garante de la democracia. Y tras el 12 de diciembre de 1994, en este ambiente se hacen ya abiertos llamamientos a establecer un régimen militar sin Yeltsin, incluso con claras alusiones a nombres concretos.

Son tan habituales las discusiones sobre la mortal enfermedad mortal y el fracaso de la democracia rusa que han dejado de interesar. Pero más que la debilidad de la democracia como tal, lo que ha mostrado el conflicto de Chechenia, convertido en una guerra sangrienta y poco popular, es la debilidad del Estado.

El "entorno" del Presidente tiene dos partes -una militar y de escolta y otra política- que funcionan en dimensiones distintas; El Gobierno no es un órgano colegial y no incluye a los ministros responsables de los poderes fácticos, que dependen directamente del presidente; La falta de coordinación en las actividades de varios servicios especiales, unos de los cuales dependen del Ministerio de Defensa y otros del Interior, resulta tragicómica. Y mientras, el Consejo de la Federación critica sin asumir responsabilidades, lo que se puso de manifiesto cuando el Yeltsin les pidió que aclarasen su posición sobre las condiciones de una eventual negociación con los chechenos. Más que a los hábitos autoritarios del Poder, la crueldad de la Guerra en Cáucaso se debe a la mala dirección y la falta de una comprensión clara de la operación, y de la política en esa región y en la federación en general.

El vacío dejado por la ideocracia totalitaria no ha sido ocupado, aún por las instituciones estatales normales, sino por estructuras paliativas, que se solapan, no cumplen todas las funciones necesarias y actúan con diletantismo.

Fueron precisamente los, "demócratas" quienes llegaron al poder sin tener una idea clara del Estado y quienes hasta, hoy interpretan el término "estatalidad" como un insulto. La ideología de los "demócratas" rusos de 1988 a 1994 es una mezcla rara del libertarismo, neoconservatismo y anarquismo. "Todo se arreglará" por sí mismo: el mercado, el poder estatal, las relaciones nacionales, el federalismo.

El pueblo que apoyó a los "demócratas" como luchadores contra del sistema totalitario, se venga ahora por lo que se percibe como la destrucción de las bases de la estatalidad y de la sociedad. La popularidad de los "demócratas", y la del Presidente Yeltsin, es muy baja. A pesar de todo, sin embargo, los datos de la fundación Opinión Pública indican que dos tercios de la población creen en la democracia como valor, más de la mitad, no consideran el conflicto de Chechenia como el fin de la democracia en Rusia y sólo el 20% están convencidos de lo contrario. Además, dos terceras partes de la población son partidarios de "poner órden" en el país, lo que significa que para muchos la democracia y el órden no son antónimos. Hoy Rusia está de nuevo en una encrucijada de dos caminos por lo menos. La irritación contra los "demócratas", puede hacer que en las próximas elecciones se apoye a algún aventurero, o se acepte una intentona golpista violenta, que no corresponde, como vemos, con la orientación popular.

Pero también puede que los "demócratas" con todos sus más y menos estén dejando sitio a aquellos partidarios de la estatalidad, desde los tecnócratas y los conservadores hasta los comunistas. moderados, espantados todos tanto de la retórica "democrática" (sobre todo después de 1993) como, de los lemas comunistas y nacionalistas a ultranza. Y parece que la mayoría democrática taciturna y desilusionada de: los "demócratas" les apoyará si logran. organizarse y encontrar un líder.

Alexei Salmin es miembro del Consejo Presidencial de Rusia, Presidente del Centro Socio. Político de Rusia, Presidente del consejo científico del Fondo de Desarrollo del Parlamentarismo en Rusia.

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