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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Ésas y otras velas

Si hubo un tiempo de "asuntos internos", ahora ya hace muchos años, cuando los satélites de la comunicación no volaban sobre nuestras cabezas, cuando la vista se atrofiaba más allá de las fronteras, cuando los universos estaban compartimentados y las montañas ejercían su autoridad disgregadora animando al olvido. La era de las telecomunicaciones acercó a los, seres humanos, los hizo copartícipes de sus goces, de sus dramas, les dio la posibilidad de empezar a compartir un mismo destino. El teléfono, los aviones, los coches y autopistas, la televisión por satélite.... hicieron propio lo ajeno. El hombre se irguió sobre montes y mares que ya no le separaban del hermano y sopesé sobre sus espaldas una responsabilidad mayúscula. A sus alegrías se sumaban las ajenas, a sus desafíos los de los otros. Sin darse cuenta tropezó con la "aldea global", con el muelle en cuyo navío embarcaba toda la humanidad.Extraña oír a estas alturas a mandatarios que hablan de cuestiones internas. Se afirma sin rubor que el bombardeo televisado de una ciudad de 400.000 almas sigue siendo un "asunto interno", como si Grozni fuera otra galaxia, otro universo aún no alcanzado, pero del que ya nos llegan sus primeras, dolorosas estampas. Algo en nosotros se resiste a creer que las imágenes del asalto sobre la capital chechena se ubique en nuestro territorio, en nuestros días y no estén sacadas de algún archivo inoportuno.

Aún nos cuesta creer que haya "asuntos internos". Todo nos concierne a todos en la hora que se esfumaron las distancias. No hay "cuestiones particulares" que permitan seguir al igual que en la Edad Media canjeando territorio por vidas humanas. "Chechenia entera no vale la vida de un solo ruso", proclamaban desde la Duma los diputados más razonables. Ni la República Caucásica, ni ningún otro territorio por extenso o rico que parezca, puede seguir siendo tasado en vidas humanas. El engaño de las patrias, de la soberanía nacional al precio de turno ya no se sostiene en los albores del tercer milenio.

Los vientos de paz y fraternidad planetaria que, ya rondan estos lares no han sacudido aún esos territorios helados donde los hombres a caballo de una historia atormentada no envainaron la espada. La agonía de Grozni es un asunto de todos, máxíme cuando en esta ocasión el patrocinio de la barbarie corre a cargo de la segunda nación más poderosa del mundo. Tras la imagen en los telediarios de los tanques rusos destruyendo y avanzando sobre una nieve extraña, el asedio sobre Sarajevo no deja de ser el atropello de un grupo de incontrolados, a los que una extraña suerte colmó de armamento.

Pero, ante estos dramas, pasó también la hora de seguir echando la culpa por pasividad a los Gobiernos occidentales, gastado chivo expiatorio tras el que escuchamos nuestra propia tibieza. Los gobernantes sólo van a la zaga de la conciencia de los pueblos. Faltan velas a las puertas de las embajadas y consulados rusos, velas que recuerdan a los niños, a los civiles, a los soldados cuyas vidas segó una guerra absurda, a destiempo, una guerra fuera ya del tiempo de las guerras. Faltan pequeñas, pero valientes llamas aludiendo a ese otro fuego descontrolado y devorador que desatan otra vez los fuertes y poderosos, que no los cuerdos. Ese mundo pequeño y hermoso de universal concordia que ya inauguraron los medios de comunicación hemos de alumbrarlo, calentarlo con nuestras manos silenciosas, solidarias, sosteniendo aquí y allí ésas y otras velas.-

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