Pirro
En el verano del año 280 antes de Cristo, las huestes del rey Pirro derrotaron a los romanos en la batalla de Heraclea. La lucha fue encarnizada, de tal manera que las tropas vencedoras quedaron, si cabe, más maltrechas que las romanas. Por tanto, cuando hablemos de una victoria pirrica, en cualquier clase de confrontación, lo haremos de aquella en que el daño infligido al vencedor haya sido enorme, mayor incluso que el infligido al perdedor. Cualquier otro uso de esta expresión (muy frecuente en el contexto deportivo al referirse a victorias exiguas, "por los pelos") será incorrecto, tanto desde una perspectiva histórica como semántica. ,
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