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Un desafío moral para los colaboradores de YeItsin

Pilar Bonet

La guerra de Chechenia ha puesto en una posición incómoda a los intelectuales presuntamente sofisticados y liberales que forman parte de las privilegiadas estructuras del poder presidencial en Rusia y quieren continuar cotizándose en el mercado occidental de los valores democráticos.Se les ha planteado un problema moral: continuar colaborando con un régimen cuyas decisiones -tan costosas en vidas humanas- no comparten (como aseguran en privado), o encontrar razones de peso para mantener sus despachos del Kremlin o de la antigua sede del Comité Central del Partido Comunista de la URSS en la Plaza Vieja de Moscú.

Hasta hoy, la apabullante mayoría de los colaboradores democráticos de Borís Yeltsin se resiste a tirar la toalla, e incluso defiende públicamente la política del presidente, aunque en ambientes relajados trate de justificar su posición con distintos argumentos.

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El más extendido entre éstos es que su presencia cerca del poder puede evitar males mayores y asegura una influencia benéfica sobre el presidente que, según esta versión, está mal informado y es prácticamente un rehén del jefe de su servicio de Seguridad, el general Alexándr Korzhakov.

Este razonamiento entra en contradicción con las aseveraciones de estos mismos intelectuales democráticos cuando aseguran que la decisión de intervenir militarmente en Chechenia se llevó a cabo a sus espaldas, sin consultar con los centros de análisis de la Administración presidencial. En vísperas de la reunión del Consejo de Seguridad del 27 de diciembre pasado, ocho miembros del Consejo Presidencial pidieron a Yeltsin que convocara este organismo asesor, fundado en su origen como un cerebro colectivo para generar ideas independientes.

Quienes han conocido los entresijos del sistema en época de Leonid Bréznev recuerdan cómo los cuadros intermedios del aparato del Comité Central y de otras instituciones al servicio del poder justificaban su presencia en ellas alegando que, de este modo, les era posible introducir alguna frase cargada de esperanza liberalizadora en los discursos del líder.

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Hoy, un equipo de 16 personas prepara los capítulos del discurso que Yeltsin deberá dirigir a la Asamblea Federal (el Parlamento) a fines de mes, y existen, según dicen, esperanzas de introducir unas frasecillas sobre los derechos humanos o un párrafo en el que se asegurará que Rusia no se ha consolidado aún como Estado.

De lograrlo, Yeltsin dará una señal inequívoca, aseguran, de que aprovecha los puentes que le tienden sus amigos liberales para huir de sus carceleros. En el corazón de Yeltsin, el general Korzhakov ha sustituido incluso al fiel Victor Iliushin, que ya fuera ayudante de Yeltsin a principios de los ochenta en la organización comunista de SverdIovsk, en los Urales, dicen los analistas del Kremlin. Los únicos que tienen, acceso al cuerpo son Korzhakov y el viceprimer ministro responsable del Complejo Militar Industrial, Oleg Soskovets.

Estas informaciones, sin embargo, deben ser contempladas con cierta distancia, dada la lucha por el poder que se dirime hoy en Moscú entre dos grupos enfrentados, uno de las cuales está representado por Korzhakov y el otro por el alcalde de la capital, Yuri Luzhkov, que tiene el apoyo de influyentes medios de comunicación, entre ellos la televisión independiente NTV.

Los que se mantienen en el Kremlin dicen que las cosas podrían ser mucho peor, y que Rusia podría caer en un régimen dictatorial de corte militar, porque Yeltsin no controla a los militares. En el pasado, los reformistas que utilizaron a Yeltsin contra el presidente de la URSS, Mijaíl Gorbachov, preferían ignorar los contactos que aquél siempre mantuvo con sus antiguos camaradas del Partido Comunista de SverdIovsk, gente como Oleg Lóbov, que hoy juega un papel fundamental como secretario del Consejo, de Seguridad.

Este órgano consultivo, fundado en 1992, equivale el antiguo Politburó del PCUS, aseguran los intelectuales cuyas opiniones son desdeñadas por la política rusa de hoy. En el último año, las bajas y relevos que se han Producido en el Consejo de Seguridad han aumentado el peso específico de los poderes fácticos, a costa de los los sectores ecológico, sanitario y la mayoría de los representantes económicos.

Lo que verdaderamente evidencian las contradicciones de quienes pusieron su esperanza de democratización en Borís Yeltsin es la precariedad de las transformaciones democráticas en Rusia y el resultado de la apuesta por una persona en detrimento de la creación de un tejido social democrático.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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