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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El reto de Scalfaro

LA CRISIS política italiana entra ahora en una tercera fase: primero fue el esfuerzo baldío de Berlusconi por convencer al jefe de la Liga, Bossi, de que no se retirase del Gobierno. En segunda instancia hemos asistido, a las maniobras de Berlusconi y Fini, el, jefe de la Alianza Nacional, por convencer al presidente de la República, Scalfaro, de que sólo tenía dos opciones: o mantener a Berlusconi al frente del Ejecutivo o convocar elecciones en un plazo breve.En los últimos días, Scalfaro ha rechazado ese planteamiento en diversas declaraciones -especialmente en su mensaje de fin de año- y ha anunciado la reapertura de negociaciones con los diversos partidos políticos para examinar la posibilidad de formar un nuevo Gobierno susceptible de dirigir la política nacional en una etapa transitoria más o menos larga, que resulta indispensable para convocar elecciones en una situación que garantice igualdad de oportunidades para los diversos partidos.

Para negar la legitimidad de la tesis del presidente de la República, Berlusconi ha invocado el argumento de que él es el representante de la opinión de los ciudadanos, y que, por tanto, nombrar un Gobierno del que él esté ausente equivale a despreciar a los electores y salir fuera del marco de la democracia. Sin embargo, ese argumento, compartido por Fini, olvida algunos datos del. problema. De entrada, Berlusconi obtuvo en las últimas elecciones el 21% de los sufragios, lo cual le deja muy lejos de poder presentarse como encarnación del cuerpo electoral y representante privilegiado de la legitimidad democrática. Incluso si se agregan los votos de Fini, entre ambos sólo alcanzan el 34% de los sufragios. Por tanto, resulta lógico que el presidente de la República intente buscar la posibilidad de constituir un nuevo Gobierno, a condición, claro está, de que éste pueda contar con una mayoría en el Parlamento.

En realidad, tanto, Fini como Berlusconi han puesto de relieve, en el curso de esta crisis política, su escaso respeto por los métodos propios de una democracia parlamentaria: han intentado utilizar la calle contra los representantes de los partidos políticos, y muy especialmente contra el presidente de la República, para deslegitimar su actitud. Aunque Fini anunció recientemente que su partido rompía con todos los antecedentes fascistas de su pasado, su actitud al negar la legitimidad de los más altos órganos constitucionales, Parlamento y- presidente de la República, recuerda lo que fue la conducta de Mussolini al inicio de su ascenso al poder.

En todo caso, el verdadero problema que está ahora sobre el tapete es si las elecciones podrán celebrarse con las suficientes garantías de igualdad de oportunidades. Berlusconi, con sus tres cadenas de televisión, tiene una ventaja enorme, algo insólito en la historia del régimen parlamentario. De la que se trata es de que un Gobierno transitorio pueda poner en vigor leyes sobre la propaganda electoral que supriman esa desmesurada ventaja de Berlusconi. Tales leyes han sido ya pedidas por el Tribunal Constitucional.

En definitiva, este nuevo Gobierno debería establecer las condiciones mínimas para una consulta electoral y para ello contaría probablemente con apoyos políticos muy amplios. Es justamente lo que Berlusconi quiere impedir. Pero parece que el presidente Scalfaro está resuelto a abrir un cauce para dar una salida a la crisis por esa vía.

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