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EL 'CASO BANESTO'

La familia no fue a verle en Navidad

El ex presidente de Banesto, Mario Conde, no tuvo en Nochebuena y Navidad la misma suerte que la mayoría de los internos de la prisión de máxima seguridad de Alcalá-Meco que recibieron la visita de sus familiares y numerosos paquetes con comida y turrón.Conde, según palabras del director de la cárcel, Jesús Calvo, que trascendieron entre los informadores, cámaras de televisión y fotógrafos que se agolpaban en el exterior, no había solicitado la oportuna autorización para recibir visitas. Por el contrario, habría pedido a su familia que no se acercaran a la prisión durante el fin de semana.

A pesar de estos comentarios, la espera en Alcalá-Meco fue tensa y fría durante toda la mañana del sábado el sol vino a mitigar los rigores invernales. Las idas y venidas de fotógrafos y cámaras cuando algún vehículo se aproximaba al recinto, se tornaron en carreras a las nueve de la mañana cuando la esposa y los hijos de Arturo Romaní se bajaban de un Lancia color rojo y se dirigían caminando hacia el interior de la prisión.

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Con rostro sereno y sin separar los labios ni tan siquiera para espetar aquello de no tengo nada que decir, la familia de quien fue mano derecha de Conde recorrió más de 200 metros envuelta en una nube de periodistas, en una hora en la que las inmediaciones de la prisión se encontraban llenas de familiares de presos que esperaban para entrar, y que aprovecharon la ocasión para proferir gritos de: "Chorizos" o "esos son los que roban de verdad". Ni entonces se abrieron los labios de la mujer de Rornaní.

Una hora y cincuenta minutos después abandonaban la cárcel en la misma actitud en la que entraron, sin comentar absolutamente nada sobre la visita, para dirigirse a la casa de Mario Conde donde permanecieron el resto de la mañana. Bocadillos, porras y churros y café en termos se mezclaban con buenas botas, abrigos y bufandas. Todo era poco para combatir la espera y el frío.

Eran las 12.20 de la mañana cuando volvió a romperse la relativa calma entre los informadores. Un Opel de color azul oscuro cruzaba la línea de trincheras de las cámaras de televisión y fotógrafos para, tras detenerse brevemente en el control, internarse en la prisión camino de la zona de espera, para entrevistarse con su cliente. En el interior podía verse a los abogados de Conde.

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