Círculo perfecto
Recital de canciones populares andaluzas y flamenco
Carmen Linares, cantaora; Paco Cortés, guitarra; J. Á. Cortés, guitarra; Juan Parrilla, flauta; Fernardo Parrilla, Violín; J. A. Galicia, percusión; Julio Blasco, contrabajo. Iglesla de San Esteban. Fuenlabrada (Madrid), 17 de diciembre.
Federico García Lorca quizá soñó alguna vez que alguien como Carmen Linares cantara las canciones que él recopiló en su tierra. Canciones o cantares de cuna, de amor, de honor, de pasión y de orgullo, que la gente del pueblo aprendía de boca en boca o de puerta en puerta, y que después saltaron a los escenarios del mundo a través de versiones más o menos afortunadas en forma de tonadillas o de lieder, según el género del intérprete.La versión que pudimos escuchar en el solemne marco del templo de San Esteban cierra, a mi juicio, el círculo de un proceso, y lo hace de manera afortunada gracias a la sensibilidad y facultades excepcionales de una artista como Carmen, que ha sabido intuir el tratamiento adecuado al espíritu originario de esos cantes -1.0 en total, con la adición de las Sevillanas del siglo XVIII y el Romance de don Boiso o de Rosalinda- que no sería otro más que el del flamenco o, al menos, el del protofiamenco.
Varios estilos les sirven de soporte musical y rítmico en consonancia feliz con cada uno de ellos: de la bulería a los tanguillos pasando por la petenera y las guajiras. Pero no sólo fue inmensa la expresión de Carmen Linares, también su compostura llena de dignidad hizo volcar las miradas permanentemente sobre ella, cientos de miradas de las que no se emite el más mínimo ruido ni la menor distracción.
Hubo una segunda parte con rondeñas, campanilleros y bulerías navideñas, en las que la artista puso de relieve su vertiente investigadora, aportando novedades en las coplas con algunas de Bernardo de los Lobitos y Corruco de Algeciras, un extraño cantaor muerto a los 27 años en la batalla de Teruel. En todo momento, Carmen Linares se sintió a gusto con su grupo, casi una pequeña orquesta de cámara, en el que no sólo destacaron las guitarras de los dos hermanos granadinos, sino igualmente la flauta y el violín de los otros dos hermanos, éstos jerezanos. La percusión de José Antonio Galicia imprimió nervio sin estridencias a un concierto tutelado por el ángel del flamenco.
Babelia
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