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Nueve noches en Carabanchel

El juez de Colmenar libera a un preso que debía cumplir condena por un robo cometido hace 10 años

Era la noche del 5 de abril de 1985 cuando Jaime Fernández, de 18 años, y otros cinco jóvenes conducían en automóvil sin rumbo fijo por una urbanización de Becerril de la Sierra (2.385 habitantes). La sangre fluía turbia de alcohol por sus cuerpos y en medio de esta tormenta de confusión decidieron entrar a robar un chalé.La mercancía sustraída la escondieron en un monte cercano. Un televisor, un equipo de música -"que es lo que yo quería", según Jaime- y otros objetos de menor importancia componían el magro botín. La noche siguiente los muchachos fueron a recoger los objetos sustraídos y se encontraron con que una pareja de la Guardia Civil les esperaba en el escondite. Los seis fueron detenidos y los propietarios del chalé recibieron todo lo que les había sido robado.

Dos años después, en 1987, Jaime Fernández fue juzgado en Colmenar Viejo (27.172 habitantes) por este delito. La sentencia le condenaba a cuatro años, dos meses y un día de prisión menor. El juez envió su fallo a la Audiencia Provincial de Madrid, organismo que debía devolver la sentencia con la correspondiente confirmación de ejecutoria. Este trámite duró desde 1987 hasta 1993. Finalmente, el 29 de noviembre de 1994, tres guardias civiles de paisano se presentaron en el taller de reparación de coches donde Jaime trabajaba, para detenerle."Me quedé muy sorprendido, yo ya ni me acordaba de lo que había hecho. El robo lo cometí cuando tenía 18 años. Ahora tengo 28. En diez años he encontrado trabajo y me ha salido una novia que tiene una hija de seis años. Vivimos juntos como una familia. Creo que antes de proceder a la detención, la justicia debería de analizar y reconsiderar la forma en la que has organizado tu vida durante todo ese lapso de tiempo", afirma Jaime.

La Guardia Civil trasladó a Jaime Fernández a la prisión de Carabanchel. Fue recluso de este centro hasta el día 8 de diciémbre, fecha en la que fue puesto en libertad condicional, a la espera del indulto definitivo. Matilde, la madre de Jaime, manifestaba: "Durante estos días estábamos todos muy inquietos y preocupados por cómo se iba a solucionar el asunto. La abogada nos decía que confiaba en que lo iban a poner en libertad, pero él estaba encerrado en Carabanchel y no teníamos la total seguridad de que lo fueran a soltar".

Jaime en un principio tampoco tenía muchas esperanzas de verse libre de nuevo en la calle tan pronto y "pensaba que iba a comerme el turrón en mi celda estas navidades". Fernández pasó nueve días en la celda 350 de la quinta galería de Carabanchel. "Al entrar, el ambiente te impresiona mucho, aunque no he tenido ningún problema con nadie", asegura.

Jaime amanecía en prisión hacia las nueve de la mañana como la mayoría de los internos. A las diez se abría el patio, los reclusos lo invadían y desarrollaban allí todo tipo de actividades. Unos dedicaban el tiempo a jugar al fútbol, otros al frontón, muchos charlaban en grupos y algunos se dedicaban a hace r pulseras y otros objetos de artesanía. Otros reclusos se sentaban en la sala de la televisión y llenaban de imágenes su mente durante horas. "Cada uno mataba el tiempo como podía", afirma Jaime.

A la 13.30 se iban a comer. Después los presos sesteaban en sus celdas hasta las cinco, hora en la que volvían al patio hasta las 19.30. Esta hora es la de la cena. Los internos se afinaban en la barra del comedor, donde recibían el rancho de turno. Tras la cena, los presos intercambiaban las últimas visitas del día a las celdas vecinas, para así conversar con sus compañeros hasta el día siguiente. A las 22.00 horas la luz se apagaba en Carabanchel y la prisión dormía y descansaba para afrontar de nuevo la misma rutina al día siguiente.

Durante los nueve días que permaneció encarcelado se apuntó a un cursillo de informática, al gimnasio de la prisión y formó equipo con un compañero de celda para participar en un campeonato de futbolín.

Ayuda popular

Finalmente, Jaime salió de prisión en la madrugada del día 8 de diciembre, en libertad condicional concedida por el Juzgado de Colmenar Viejo.Diversas autoridades locales ofrecieron su ayuda a Jaime para lograr su liberación. Incluso el alcalde de Villalba llegó a contactar con el jefe de taller donde Jaime trabajaba, para ofrecer su cooperación en el caso, según Jaime.

Asimismo, dos sindicatos contactaron con la familia con el fin de organizar manifestaciones multitudinarias para exigir su puesta en libertad. La conciencia social que se creó, sobre todo a nivel local en la zona noroeste de Madrid, influyó en la puesta en libertad de Jaime Fernández.

Jaime concluye su relato: "Sólo me queda agradecer el esfuerzo que han hecho todos los que me han ayudado a salir de aquí".

En suma, cabe decir que todo delito debe ser castigado con una pena justa. El caso de Jaime Fernández remarca, sin embargo, que el factor de temporalidad en la aplicación de una pena es clave para determinar su carácter de auténtica justicia.

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