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GUERRA EN EL CÁUCASO

Chechenia se dispone a resistir hasta el final

Pilar Bonet

Hasta siete aviones rusos cruzaron anoche la frontera chechena poco después de que venciera el ultimátum lanzado por Moscú al general Dzjojar Dudáiev para que sus fuerzas entregaran las armas. Chechenia se disponía a resistir el formidable envite. A las dos de la madrugada de hoy el esperado asalto de Grozni, la capital de la independentista Chechenia, no había comenzado. En un nuevo gesto teatral, Dudáiev pidió al presidente ruso conversaciones de paz en el último minuto. Horas antes, Dudáiev se había negado a viajar al cuartel general ruso en Mozdok para hablar con los enviados de Yeltsin.

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"Eso de pedirnos que vayamos a Mozdok es una burla. No es una propuesta seria; es sólo un intento, por parte de Rusia, de justificar la agresión", declaró Zelimján Yandarbíyev, el vicepresidente checheno. El Gobierno checheno contestó al ultimátum de Moscú con un nuevo desafío: ejecutar a 20 soldados rusos prisioneros en Grozni si las tropas del Krem1in comenzaba a bombardear Grozni. El fiscal general de Chechenia, Usmán Imáyev, desmintió después la amenaza.Mientras las tropas rusas terminaban de cercar Grozni, parte de la población local se aprestaba a resistir y parte huía. La televisión local mostraba cómo usar las granadas y otras armas al tiempo que por las calles se veía el agitado ir y venir de grupos de combatientes con la cinta verde islámica en la frente. Un convoy de la Cruz Roja entró ayer en Grozni con material sanitario.

Mientras tanto, Chechenia se quedaba sin testigos del desenlace final. Tras el ultimátum lanzado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia, todos los periodistas, recogían rápidamente sus cosas y dejaban la capital de la rebelde república.

Este era el resultado de una campaña de intimidación por parte de las autoridades de Moscú y se teme que los periodistas rusos tengan graves problemas con los servicios de seguridad cuando salgan de Grozni. La presión sobre los medios de difusión ha sido enorme.

Las acciones militares en Chechenia significan el fin vergonzoso de la carrera de Alexandr YákovIev, el padre de la glásnost en la época de la perestroika, quien hoy censura de la manera más descarada toda la información que pueda disgustar al Kremlin. Entre las imágenes que no ha permitido divulgar por el canal de Ostánkino -que se ve en toda Rusia y en la mayoría de las repúblicas de la desaparecida Unión Soviética- se encuentran estampas tan reveladoras como mujeres ingushes (república vecina de Chechenia) tratando de convencer a los soldados rusos de que vuelvan atrás, una decena de soldados rusos desertando ante las cámaras o un helicóptero bombardeando la aldea de Gazí-Yurt.

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Los ánimos de las tropas rusas no están muy caldeados. Los integrantes de una unidad rusa del frente occidental, que esta corresponsal pudo entrevistar ayer, estaban con moral francamente derrotista. Dos tenientes, Serguéi y Víktor, aseguraban que no combatirían. "Prefiero arrancarme los galones que ir a luchar", exclamó Serguéi, con tres tanques a su mando. Y comentando las palabras del popular general Alexandr Lébed, quien irónicamente declaró que cerraría filas con el titular de Defensa, Pável Grachov, si formaban un regimiento con hijos y nietos de parlamentarios y ministros, dijo: "Yo también amueblaría el tanque con el sofá de mi casa para que vinieran esos niños y se sentaran aquí coninigo". Los dos tenientes revelaron que hace dos días, cuando se encontraban en Vladikavkaz, la capital de Osetia del Norte, se celebró una asamblea de oficiales en la que el 90% de ellos dijo no querer combatir. No es de extrañar, entonces, que el general Iván Bábichev se hubiera negado el viernes a seguir avanzando con sus tanques hacia Grozni.

"Si de mí dependiera, colgaría a Gorbachov por haber permitido la desintegración de la URSS", declaró con rabia un mayor, quien aseguró haber firmado su dimisión. "Me da risa que ahora nos llamemos señores. ¡Míreme! ¡Qué clase de señor soy con esta ropa, sin casa y sin nada después de haber pasado toda la vida en el Ejército!", exclamó.

Y el teniente Serguéi, a pesar de que ahora está cobrando dos pagas mensuales, aseguró como conclusión: "Tíraré el fusil., no combatiré". Pero para desgracia de los chechenos es poco probable que todos los soldados rusos compartan esa decisión.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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