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Retomo del anarco-cristianismo

Izquierda Unida se presenta hoy como única heredera de los auténticos valores de una izquierda que por fin se hubiera sacudido el peso muerto de la traición socialdemócrata. En este sentido, Anguita no inventa nada: se limita a reproducir, con idénticas metáforas familistas -el PSOE, primo hermano del PP-, la táctica de "clase contra clase" que la Internacional Comunista puso en marcha en 1928 al definir a la socialdemocracia como ala izquierda del fascismo y enemigo principal del comunismo. Nada nuevo, pues, por este lado, aunque la diferente naturaleza ¿le los. protagonistas del juego político nos ahorrará los catastróficos resultados de aquella política de suicidas. La historia, como saben los marxistas, se repite siempre dos veces, la primera como tragedia, la segunda como farsa, y algo de farsa hay en esas escenas de invitación al vals que nos regalan a menudo Anguita y Aznar.A pesar de estos ecos que nos llegan del pasado, IU reivindica para sí el único proyecto posible de renovación de la izquierda tras el naufragio de la socialdemocracia en las cálidas aguas del Mediterráneo y el derrumbe del "socialismo real" en las frías llanuras del Este. En tal sentido, IU se tiene por una formación poscomunista, lo que explicaría que aun si el Partido Comunista de España sigue vivo, su nombre no aparezca por ninguna parte y que quienes a él pertenecen se revuelvan airados, como si sufrieran una agresión, cuando alguien les llama por su verdadero e histórico nombre.

Libre, pues, de la carga socialdemócrata; y liberada del fardo del comunismo, IU sería, en resumen, la izquierda que renace limpia de polvo y paja, como niño recién salido de unas aguas bautismales que hubieran cumplido el milagro de fundir en un solo cuerpo, sin mancha alguna, "todas las tradiciones emancipatorias provenientes del tronco común del movimiento obrero y de los nuevos movimientos sociales". Marxistas de enfrentadas procedencias comulgan en esa "última esperanza" que permite a un extrotskista sentarse a la mesa de un ¿ex? comunista -su verdugo histórico- y compartir ambos mantel recién planchado con humanistas cristianos y con libertarios anarquistas, adornado el conjunto por el detalle verde del florón ecologista.Pero el único manjar común a esos diferentes comensales sólo puede prepararse en una cocina pre, y no pos, comunista, en la que Julio Anguita, con su retórica antigua y su gestualidad paternalista, es jefe indiscutido. Allí, en esa cocina, se sirven los platos del más tradicional menu escatológico anarco-cristiano: "Vivimos una crisis de civilización", dice su manifiesto, que dibuja a la humanidad caminando "hacia un suicidio colectivo" debido a "la radical degradación de los valores". Allí se profesa la misma fe milenarista en la tierra que mana leche y miel, esa acracia en la que todos los ciudadanos y ciudadanas, democráticamente autogobernados, serán libres, instruidos y felices. Allí se propone la ascesis cristiana de conversión interior para alcanzar la meta: el cambio sólo "vendrá-si cada hombre y cada mujer se compromete y participa".

Y así, aunque se declara última esperanza de la izquierda por elevar al PSOE a la categoría de enemigo principal y emprender una lucha por la hegemonía, Izquierda Unida retorna al discurso, no ya precomunista, sino prepolítico, de la transformación personal como única senda de salvación colectiva en una nueva sociedad situada más allá de la historia. Y esta es la paradójica razón de su renovado tirón electoral porque ese discurso, en un clima de desprestigio general de la clase política, conecta con una cultura de hondas raíces cristianas y ácratas que tiene a la política como un ámbito de podredumbre, del que es preciso alejarse para no sufrir contaminación. El problema surgirá, inevitable, cuando IU tenga que pasar de la prédica de su comunitarismo anarco-cristiano a la toma de decisiones políticas.

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