Se desalmaron
Una fotografía de la década de los treinta, que recorrió más tarde el mundo, muestra a un grupo de jóvenes nazis "condecorando" entre risotadas a un judío con la entonces infamante estrella de David. Hace escasamente dos semanas, las agencias de prensa divulgaron otra imagen cuyo parecido con ella sobrecoge: un prisionero musulmán del enclave asediado de Bihac a quien sus custodios, con alborozo obsceno, encasquetan un fez turco. Los arios puros y los serbios puros disfrutan en ambas de la humillación del ser inferior, condenado por la ley del más fuerte al oprobio y la exterminación.Limpieza de sangre, purificación étnica, fronteras trazadas con sangre compendian el programa de los paladines de la Gran Serbia. Obsesiones sangrientas de una ideología sanguinaria que desmienten el lenguaje neutro con el que la comunidad internacional encubre y avala la magnitud del crimen: la creación en Europa del primer Estado fundado en bases étnicas, conforme al modelo hitleriano, después de la II Guerra. Mundial.
Durante 32 meses, la opinión pública occidental anestesiada por el discurso "realista" de sus dirigentes, ha seguido sin comprender gran cosa el incesante ballet diplomático de los negociadores y ministros comunitarios, las docenas de resoluciones de la ONU, cuyo común denominador se cifra en su incumplimiento, los siete planes de paz arrojados a la papelera, los innumerables acuerdos de alto el fuego violados minutos después de su firma; ha encajado, con estupefacción, el uso sistemático de rehenes de Unprofor como escudos humanos, la retención y pillaje de los convoyes de socorro a las poblaciones sitiadas y hambrientas, el bombardeo brutal de las llamadas "zonas protegidas", la matanza de civiles, expulsiones masivas y destrucción de monumentos, las amenazas de represalias aéreas contra la artillería serbia reducidas a grotescos simulacros, el sometimiento de la comunidad internacional a los dictados y exigencias del grupo de criminales de guerra a quienes ningún Núremberg sentenciará por sus actos. Hoy, esta opinión pública, ¿admitirá, resignada, las "realidades creadas sobre el terreno"? Los protectores de la Gran Serbia proclaman ya sin rebozo la victoria militar de ésta. La conjunción de unos intereses estratégicos anglofranceses miopes y anacrónicos, del apoyo a fondo de la Rusia de Zhirinovski y Yeltsin a sus "hermanos de sangre" y de las indecisiones y actitudes incoherentes de la Administración norteamericana han convertido la presunta política de contención y equilibrio en complicidad activa con los autores del genocidio. La historia juzgará un día como merecen a los responsables de este inmenso desastre humano, político y moral.
Hace sólo unos meses, la propuesta final -lo toma o lo deja- del grupo de contacto -el reparto de Bosnia entre los serbios (49%) y la Federación croata-musulmana (51%)-, aceptada por ésta y rechazada por los primeros, parecía poner a Milosevic y ¡Caradzic contra las cuerdas. El bloqueo económico a Belgrado y Pale y la reiterada amenaza de Estados Unidos de levantar el embargo de armas que castiga al Gobierno de Sarajevo permitían abrigar la esperanza de una solución que, aunque injusta, en la medida en que premiaba a los agresores, preservaba al menos en teoría la integridad del Estado bosnio, concedía una paz precaria a centenares de miles de personas atrapadas en gigantescas ratoneras y salvaba la faz agrietada de la ONU y de la maltrechay ridiculizada Comunidad Europea. Espejismo cruel. La continuidad de la política anglofrancesa, empeñada en la creación de una Serbia fuerte en sustitución de la exYugoslavia; la increíble irrupción de Rusia en una zona de la que la URSS había sido cuidadosamente excluida durante la guerra fría, y, finalmente, una vergonzosa política de apaciguamiento, sólo comparable a la de Neville Chamberlain con Hitler, han conducido al descrédito total de la ONU, OTAN, Unprofor, EE UU y la Comunidad Europea: Bosnia ha sido sacrificada.
Examinemos brevemente los hechos. Cuando los sitiados del enclave de Bihac rompen el cerco que les asfixia y mata de hambre -ningún convoy de ayuda humanitaria había sido autorizado a penetrar en la ciudad en los últimos seis meses-, el batallón francés de Unprofor ha sido reemplazado ya por 1.200 blangladesíes armados de 300 rifles y sin posibilidad alguna de cumplir su misión pacificadora. Las victorias iniciales de los musulmanes resultan efímeras: carentes de misiles y artillería, deben enfrentarse no sólo a los del Ejército de Karadzic sino también a los más numerosos y mortíferos de sus compadres de Croacia. Los límites internacionales de Bosnia son violados por las tropas de la autoproclamada República serbia de Knin sin que la ONU ni la OTAN ni Unprofor digan palabra. Más grave aún: el "razonable" y "dialogante" Milosevic secunda la operación de tenaza con el envío de 1.000 soldados de élite a través de las fronteras "un tanto porosas" y -como admiten hoy funcionarios norteamericanos- controladas en teoría por los observadores militares de la ONU.
El 16 de noviembre, Francia y el Reino Unido se oponen en Bruselas al proyecto estadounidense de exclusión de armas pesadas en tomo a Bihac. Desde entonces la suerte está echada y Karadzic sabe a qué atenerse. El bombardeo de la OTAN al aeropuerto de Udbnia en la Croacia ocupada no engaña a nadie: con gran exquisitez y destreza, los pilotos evitan los hangares que abrigan la aviación serbia. Simultáneamente, París y Londres ejercen una fuerte presión sobre el presidente croata a fin de que permanezca al margen del conflicto y cierran los ojos al empleo de napalm y bombas de fragmentación contra la población civil de Bihac. Sin embargo, el caudillo chetnik retiene como rehenes a 400 cascos azules, despliega sus misiles antiaéreos en zonas desmilitarizadas y da un plantón humillante, al secretario general de la ONU Butros Gali. En cuanto al enviado especial de éste, escapa con vida de un misil dirigido contra él a la entrada de la presidencia bosnia en Sarajevo. En pago de tan buenos y leales servicios, la ONU impide que la OTAN responda al ataque serbio contra dos aviones británicos y la OTAN decide reducir por su cuenta la vigilancia del espacio aéreo bosnio, en un gesto de buena voluntad hacia el poeta-psiquiatra de Pale.
En diciembre, los resultados de la operación Bihac se precisa: EE UU se alinea al fin en el campo de las potencias europeas y promete el envío de millares de soldados para evacuar los cascos azules en caso de necesidad. Los miembros del grupo de contacto insinúan el derecho de la autotitulada República serbia de Bosnia a federarse con la madre patria. Los ministros de Asuntos Exteriores de Francia y Reino Unido vuelan a Belgrado a solicitar la intervención de Milosevic. Unprofor amenaza con retirarse de los enclaves de Sbrenica, Zepa y Gorazde y dejar a sus exhaustos e inermes habitantes a merced de las milicias de Karadzic. Las aldeas cercanas de Bihac son demolidas a cañonazos para impedir el retorno de sus moradores y éstos afluyen a la ciudad sitiada en un infierno indescriptible de fuego y de sangre...
Entramos en un mundo en el que, a la obligada lectura de Marx, Keynes y Karl Popper, según el ideario del consumidor, habrá que añadir la de una nueva y revisada edición de la Guía de perplejos. ¿Cómo confiar, después de lo ocurrido en la moral y principios democráticos escarnecidos por aquellos mismos que dicen defenderlos? ¿Qué ha sido de la Carta Fundacional de las Naciones Unidas, de la Convención de Ginebra, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos? El interminable calvario y lento exterminio de los musulmanes bosnios y sus aliados demócratas de Sarajevo nos dan la respuesta. El alma se les fue: se desalmaron.
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