Mayoría política y democracia
En democracia siempre se es minoría. Aunque se disponga de una mayoría política absoluta, siempre se es minoría. Pues siempre hay un número mucho mayor de ciudadanos que han votado a otra opción política o se han abstenido de los que han concedido su apoyo al partido mayoritario.Las mayorías políticas son siempre minorías sociales. Y minorías sociales claras e inequívocas. En términos generales en los países democráticos occidentales el partido mayoritario no suele representar más allá del treinta por ciento del censo electoral. Como mínimo hay dos terceras partes de los ciudadanos fuera de la mayoría política.
Justamente por eso, la política democrática es siempre una política de fabricación de mayorías. La simple mayoría política no puede imponerse a la sociedad, si no consigue incorporar a otros sectores que no la votaron. Es la capacidad para sumar apoyos externos lo que define el gobierno de una democracia.
En la tarea de dirección política de la sociedad a través de la acción del Estado, el resultado de las elecciones generales es, en consecuencia, una condición necesaria, sin la cual es imposible que se pueda siquiera empezar a hacer las cuentas. Pero no es condición suficiente. Para que sea esto último hay que desarrollar a lo largo de toda la legislatura un trabajo permanente de negociación con otras fuerzas políticas, a fin de incorporarlas al propio proyecto de gobierno.
Esto es así, repito, con mayoría absoluta o relativa, aunque el dato no sea indiferente. Ninguna fuerza política puede gobernar democráticamente de manera estable enfrentada a todas las demás. Repásese la vida parlamentaria española de los ochenta y se comprobará lo que acabo de afirmar. El PSOE ha podido gobernar durante toda la década, no porque tuviera mayoría absoluta, sino porque casi nunca ha estado solo. Prácticamente todas las leyes importantes y buena parte de sus iniciativas políticas han sido aprobadas con los votos de otros partidos además de los socialistas. El PSOE no ha estado parlamentariamente solo a lo largo de toda la década. Si lo hubiera estado, no habría podido mantenerse durante tanto tiempo en la forma en que lo ha hecho.
Esta es la razón por la que no acabo de entender la posición del PP en el debate político. Que José María Aznar sólo sea capaz de hablar con Julio Anguita carece de todo sentido. El presidente de partido al que los electores han situado ya en condiciones de poder ser el Presidente del Gobierno de la Nación tendría que saber que un Gobierno democrático se tiene que empezar a construir antes de ganar las elecciones y se tiene que continuar construyendo después de haberlas ganado.
Y eso únicamente va a poder hacerlo, independientemente de la mayoría parlamentaria que pueda conseguir, si consigue neutralizar como mínimo o incorporar a otras fuerzas políticas a su proyecto de dirección política, que en ningún caso podrá ser IU.
El ascenso electoral de IU puede tener un buen rendimiento para el PP desde el punto de vista de la aritmética parlamentaria. Pero no tiene ninguno desde el punto de vista de la dirección política de la sociedad española. Si no consigue entendimientos políticos con otras fuerzas, la tentación de deslizarse hacia el autoritarismo va a ser muy fuerte. Es lo que traducía el texto de la viñeta de Máximo en EL PAÍS de ayer. "...si Anguita le quita a Felipe cuarto y mitad del voto socialista, entonces lo mismo nos alzamos con mayoría absoluta, tío (Y tiembla, Pujol, después de haber reído!)".
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