Nostalgia por el orden soviético
"A los que destrozaron la URSS habría que haberles disparado en las piernas", dice el viceministro checheno del Interior
En contraste con la imagen de belicosidad e indisciplina que en Moscú han acuñado, los chechenos son gente de orden y tienen una concepción del honor y el deber sumamente elevada. Su idea del orden, sin embargo, no tiene nada que ver con la que el presidente de Rusia, Borís Yeltsin, pretende imponerle con ayuda de los carros de combate y las ametralladoras.Hoy son muchos los chechenos que expresan nostalgia por el orden soviético, comenzando por el mismo presidente, Dzhojar Dudáiev, cuya oportunidad de dirigir la república se debe precisamente a la agonía de la URSS.
"A los que destrozaron la Unión Soviética habría que haberles disparado en las piernas", exclama Magomed Majmáiev, viceministro del Interior, que recuerda la dirección comunista como algo positivo, precisamente porque sabía poner orden.
La incapacidad de imponer orden es uno de los argumentos que utilizan los adversarios de Dudáiev. Y no sólo ellos. Salambek, un sargento de la policía que acompañaba el lunes a la delegación negociadora chechena desde Grozni a Vladikavkaz, afirmaba que el gran fallo del general ha sido no saber poner orden. Salambek no cobra el salario desde febrero, y eso, admite sin dar detalles, le obliga a él y a sus colegas a ganarse la vida de otra manera. En el Ejército checheno, opina, lo tienen más fácil. Allí tampoco cobran regularmente los salarios, pero subsisten vendiendo el petróleo robado de las instalaciones locales. Desde el pasado septiembre, el bloqueo ruso ha hecho prácticamente imposible cualquier exportación seria de crudo, la principal riqueza local, que en los buenos tiempos suponía tres millones de toneladas al año.
En el Kremlin han coexistido diversas concepciones del orden que debía imponerse en Chechenia y ha triunfado una de las más duras. Según Emil Pain, etnólogo y miembro del Consejo Presidencial, el Kremlin estaba dispuesto en un principio a dejar que el Consejo Provisional -el órgano de la oposición chechena con sede en el norte de la república- impusiera un orden atractivo en su territorio. Sin embargo, esta lógica dejó paso en un determinado momento a otra muy distinta cuando se impuso la tentación de invadir militarmente Chechenia. El resultado fue la vergonzosa desbandada de la oposición el 26 de noviembre, después del fracaso del asalto a Grozni.
La irresponsabilidad y la torpeza han marcado la política de Moscú en el norte del Cáucaso, lo que está teniendo un efecto muy negativo sobre los pueblos musulmanes de Rusia, que suman 20 millones de personas. En un gesto sin precedentes, 12 muftis, representantes máximos de las comunidades islámicas rusas y kazajas, se han dirigido a Yeltsin para pedirle que detenga el avance de las tropas. "Los musulmanes de Rusia nunca respetaron mucho a Yeltsin, pero ahora tenemos, un problema que afecta a todo el Cáucaso y que puede provocar relevos al más alto nivel político en Moscú", señalaba Abdul-Vajed Niyázov, director del Centro Cultural Islámico de Rusia. Él, como otros musulmanes, manifestaba que el síndrome de Bosnia está vivo en Chechenia.
Niyázov había sido testigo presencial de la conversación telefónica que el presidente de Ingushetia, Ruslán Aushev, había mantenido el lunes por la mañana con el ministro de las Nacionalidades y vicejefe del Gobierno, Nikolái Yegórov. Aushev le dijo claramente al ministro que Ingushetia no estaba dispuesta a convertirse en una cabeza de puente para la invasión de Chechenia. Aushev, un veterano de Afganistán condecorado como héroe de la URSS, es un político moderado que goza de gran respeto en Rusia, y el Kremlin saca poco partido indisponiéndose con él.
La Confederación de los Pueblos del Cáucaso (CPC) también ha condenado la invasión rusa, y una delegación del Parlamento de esta organización, que agrupa a 16 nacionalidades, acudió a Vladikavkaz el lunes para expresar su descontento ante el viceministro de las Nacionalidades, Viacheslav Mijáilov, que encabeza la delegación rusa.
Tirar la piedra
"Aunque tengo discrepancias con Dudáiev, en esta situación soy totalmente solidario con él", decía Alí Alíyev, el jefe del Parlamento de la CPC. En privado, Alíyev opinaba que Dudáiev debería haber mantenido el orden y, sobre todo, impedir el saqueo de los trenes que unían a Chechenia con el exterior. "Dudáiev ha causado grandes pérdidas a los ferrocarriles de Daguestán", decía Alíyev con gran sentido práctico.
El conflicto de Chechenia ha demostrado que algunos mecanismos del pasado se mantienen intactos en la dirección política rusa, por ejemplo, la lógica de tirar la piedra y esconder la mano, que caracterizó a Mijáil Gorbachoy en las intervenciones militares de Tbilisi (1989), Bakú (1990) y Vilnius (1991). Después de cada una de estas tragedias, Gorbachov encontraba una coartada para evadir responsabilidades. Aparte de las elecciones, Yeltsin tiene mucho que perder en este asunto, por ejemplo, la posibilidad de ser aceptable como potencia pacificadora en otros países de la Comunidad de Estados Independientes. Por otra parte la operación chechena ha puesto a prueba la unidad del Ejército, y hay quien piensa que ésta es una empresa peligrosa, a juzgar por los signos de desmoralización y derrotismo que han dado los soldados rusos apresados.
"¡Ay Rusia, Rusia! Eres una fuerza descomunal, pero nuestros chicos resistirán hasta la muerte". Con estas palabras reaccionaba el viceministro del Interior de Chechenia al ver pasar las interminables columnas de carros de combate que se dirigían a su pequeña patria.
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