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Generación olvidada

Se enfrentaron a mil trabas durante los sesenta, fueron olvidados mientras reinaban los ochenta y ahora siguen por orgullo y quién sabe si también por revancha. Chapa, la etiqueta que aglutinó a gran parte del incipiente pero batallador rock español de la transición política, reanima un catálogo desperdigado e injustamente minusvalorado.Los Suaves nacieron en Orense cuando se producía el relevo. Su rock guitarrero no admite dudas sobre de qué parte estaban cuando se produjo esa fractura, irreconciliable hasta que los años van poniendo madurez en el análisis. Los gallegos, a quien habría que pedirles un mayor esfuerzo en el canto para no fiarlo casi todo a su querida afición, verán bañada en oro su última producción antes de fin de año. Y como sostienen aquello de que "Los Suaves somos todos", a buen seguro que harán de ello otra fiesta popular. Mientras tanto, ellos a lo suyo: carne de carretera, guiños de complicidad a través de banderas autonómicas y zamarras futbolísticas.

Asfalto es una de las bandas españolas en activo con más trayectoria a sus espaldas. El año 1972 fue la fecha de fundación, ahí es nada. Rock urbano se le llamó a su música en aquellos años imposibles. Este cuarteto guardaba en sus entrañas un acusado sentido humanitario a medio camino entre la nostalgia del pasado y la inquietud por el porvenir. Todavía sienten estar en un planeta de locos, aunque sus textos suenen a ingenuidad no reprimida de hombres maduros. La banda madrileña se ha despedido en varias ocasiones, tantas como ha vuelto. A veces impulsada por el recuerdo al compañero que se fue para siempre, detonante de la última reagrupación, Asfalto es un estigma de otro tiempo, pero también una página histórica del rock de aquí.

Si Ñu no ha hecho un solo alto en dos décadas es porque el discutido y testarudo José Carlos Molina así lo ha querido. Personaje de firmes convicciones, a contracorriente de todo, el hombre de la flauta mantiene a rajatabla su estilo basado en valores tradicionales. No le importa que digan que hace música pasada de moda, precisamente porque esa ha sido su obsesión. Ñu ha tenido mil músicos, y los que han de pasar, a la sombra de un líder que ha sabido unificar el sonido de decenas de formaciones distintas. Toca el veterano grupo en pequeños locales donde deja patente ese sabor de otro tiempo, que se traduce en largas improvisaciones cuando el sonido no acompaña demasiado y la clientela, pequeña en número, lo admite todo, incluidos los socarrones comentarios de Molina. Es la generación que se quedó al borde de la autopista, pero que supo encontrar el largo y tortuoso camino de la supervivencia.

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