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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Coordinación policial

LA DESARTICULACIÓN del comando Vizcaya de ETA, hace 20 días, puso de relieve defectos de coordinación entre la Ertzaintza y las fuerzas de seguridad del Estado. Ello dio motivo a una reunión de la Junta de Seguridad del País Vasco, organismo paritario de los respectivos departamentos de Interior, en la que se constataron esas deficiencias y se avanzaron propuestas para superarlas. Incluso si se han exagerado sus efectos, esa falta de coordinación es el punto débil del nuevosistema policial que se está forjando con la existencia de policías integrales en el País Vasco y Cataluña.Las películas norteamericanas nos han habituado a los antagonismos y piques entre los cuerpos policiales locales y federales. No se trata, pues, de algo insólito que deba ser explicado en una clave exclusivamente política. No han faltado en los últimos años problemas de coordinación entre la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía, pese a la dependencia de ambos de los mismos mandos políticos. Y no por menos conocidos son infrecuentes en Francia, y precisamente en relación con la persecución de ETA, los conflictos entre la Gendarmería, la Policía del Aire y Fronteras y la Policía Judicial de ese país.

Pero el asunto puede llegar a ser grave si no se ataja a tiempo. Que existen recelos es una evidencia. Desde las fuerzas de seguridad del Estado se ha argumentado durante años que era arriesgado facilitar información sensible a un cuerpo en el que se habían registrado notorias infiltraciones de ETA. Sin embargo, hace tiempo que los terroristas han colocado a los ertzainas en el campo de sus enemigos: seis de ellos han sido asesinados por ETA, y otros varios han resultado gravemente heridos. En la manifestación celebrada el pasado sábado en Bilbao, con apoyo de Herri Batasuna, la acusación contra los ertzainas era la de ser miembros de una policía española o, más barrocamente, de un "cuerpo de cipayos".

Han sido, así pues, ETA y sus propagandistas quienes al anular la diferencia entre la policía vasca y las del Estado, han disuelto en buena medida las desconfianzas de contenido político. Pero persisten otro tipo de recelos. Recientemente, un portavoz de la Asociación Nacional de la Policía Uniformada (ANPU) acusó a los que denominó como "comisarios políticos de la Ertzaintza" de boicotear la coordinación de la policía vasca y las dependientes del Estado a fin de "evitar que los identifiquen con nosotros". Es posible que la acusación no tenga fundamento. Pero es seguro que el fondo de resentimiento que esa acusación revela tiene que ver con el trato que los políticos nacionalistas otorgan a las amenazas y asesinatos de ETA según el color del uniforme de las víctimas.

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En todo caso, la coordinación tiene que ver con la eficacia y ésta no puede depender de razones ideológicas. Ni siquiera de la buena o mala sintonía política o personal entre los responsables respectivos. Tras la reunión de la Junta de Seguridad del jueves pasado, la secretaria de Estado para la Seguridad, Margarita Robles, aseguró que "existe una absoluta coincidencia política" entre ambos departamentos. Sin embargo, el objetivo tiene que ser que la comunicación, rápida de informaciones relevantes, el acceso a los ficheros infarmáticos o la coordinación de actuaciones no estén supeditados a coincidencias políticas.

Pero ello remite a la ausencia de un modelo que integre la nueva y más compleja realidad policial en la que conviven, junto a los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, las policías autonómicas y locales. La profesionalización y eficacia de los sistemas policiales pasa hoy por una cierta especialización de cada una de ellas y por una delimitación clara de derechos y obligaciones. Entre estas últimas, en primer lugar, la de la coordinación con las demás según criterios de eficacia.

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