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La decepción de un intruso

Hijo de campesinos, ex seminarista, ex obrero, ex policía y padre de un agente asignado a su propia escolta, Antonio Di Pietro desembarcó ya con cerca de 40 años en un cuerpo judicial hecho, como en todas partes, de mucha tradición y relaciones de familia. Y lo revolucionó con toda la fuerza del intruso y con una determinación sin parangón para llamar al pan, pan y al vino, vino, reduciendo a estas líneas sencillas, con la ayuda de la más moderna informática, las operaciones financieras más sofisticadas.Junto a algún problema cardíaco, ello le tenía que crear grandes enemigos. Uno de los primeros, poco después de que, el 17 de febrero de 1992, se iniciara la investigación judicial Manos Limpias, fue el ex líder socialista Bettino Craxi. Los adláteres de Craxi aún acusan a Di Pietro de que frecuentó primero las élites socialistas de Milán, para luego ponerlas en la picota. Pero tras la subida al Gobierno de Silvio Berlusconi la vida del juez más aclamado de Italia se volvió mucho más difícil. Se ha hablado hasta de una competencia personal y directa medida por los sondeos, en general a favor de Di Pietro, al que diversas voces le daban como posible futuro primer ministro.

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Denunciado por sus acusados, investigado por el Ministerio de Justicia, tachado hoy de fascista y mañana de comunista, despreciado por las fuerzas de la mayoría cuando, en septiembre, expuso su propuesta de solución legal al problema de la corrupción, frustrado por la reciente decisión del Tribunal Supremo de trasladar a Brescia el grueso de las investigaciones similares a la que afecta al primer ministro, Di Pietro ha tenido que padecer recientemente un cúmulo de decepciones, las mismas que sus colegas, con el agravante de su protagonismo indiscutible en la fiscalía de Milán.

"De puntillas"

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Pero hay algo difícilmente explicable en esta salida precipitada. Hace sólo medio año, cuando, en la cumbre de su fama, rechaza la oferta que le hizo Berlusconi del Ministerio de Justicia, Di Pietro proclama que su único futuro estaba en la magistratura.

En su carta de dimisión de ayer Di Pietro señala: "Dejo la carrera judicial sin polémica, de puntillas, como un último acto de servicio, con la muerte en el corazón y sin ninguna perspectiva de futuro", dice el hombre cuyo paso a la política fue vaticinado por el ex presidente de la República Francesco Cossiga.

Di Pietro lamenta, sobre todo, que, habiendo hecho su trabajo "con la mayor objetividad posible, sin ninguna mira política", dicha tarea haya sido instrumentalizada, incluso "con manifestaciones a favor y en contra" y mediante una "personalización exasperada" de su función por parte de gentes que le han "usado, tirado de la manga y lanzado cada día a las primeras páginas de los periódicos".

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