La dimisión de Di Pietro amenaza la continuidad de la investigación contra la corrupción en Italia
El futuro de la investigación Manos Limpias, con asuntos pendientes tan importantes como la citación del primer ministro, Silvio Berlusconi, por presunta corrupción de funcionario público, recibió ayer un golpe quizá definitivo por la dimisión inesperada de Antonio di Pietro. El más conocido de los fiscales milaneses afirma que deja la carrera judicial -en Italia, jueces y fiscales pertenecenpor igual a la magistratura- porque está harto de "ser utilizado" y para que "se restablezca la serenidad". Su jefe, Saverio Borrelli, garantizó que Manos Limpias continuará y que ningún otro fiscal seguirá a Di Pietro.
La sorprendente decisión del fiscal fue acogida con gran respeto por sus colegas y por Borrelli que se declaró "amargado" por esta iniciativa basada en "motivos serios y graves". En el mismo sentido, se pronunciaron los líderes de la oposición. Massimo D'Alema, del Partido Democrático de la Izquierda (PDS) calificó el día de "grave para la democracia" y Rocco Butiglione, del Partido Popular Italiano (PPI), pidió a Di Pietro que retirara su dimisión y a los superiores de éste que no la aceptaran.Pero la decisión del magistrado parece irrevocable. "Esta dimisión deja un sabor amargo, incluso en quien ha criticado sus decisiones judiciales", manifestó Berlusconi. "Se trata de un gesto tan noble como doloroso por las motivaciones: la voluntad de no dejarse utilizar políticamente", dijo el líder de Alianza Nacional, Gianfranco Fini.
En la calle, la reacción fue de conmoción. En Milán y otras ciudades, circularon pequeñas manifestaciones espontáneas de apoyo al magistrado y de denuncia de las presiones de un Gobierno acusado en estas protestas de querer liquidar la acción de la magistratura y de provocar una decisión personal que, con todo, suscitará numerosas polémicas en los próximos días.
Las presiones, incluso intolerables para la normal convivencia democrática, y las agresiones verbales del Gobierno contra los jueces eran conocidos. También se presentía que las investigaciones sobre corrupción estaban decayendo por las dificultades crecientes e incluso se podía pensar razonablemente que Manos Limpias tenía las horas contadas. El propio Di Pietro había advertido que, desde que el Gobierno atacaba a los jueces, ya nadie denunciaba nuevos hechos.
Días atrás, una televisión de Berlusconi difundió el rumor de que Di Pietro pensaba dimitir. Pese a todo, la salida de ayer delfiscal resultó sorprendente, por el fondo y por la forma. Al margen de respetables razones personales y de un cansancio que saltaba a la vista, no se entiende en qué puede ayudar a la continuidad de un modo de hacer justicia que ha hecho famoso a Di Pietro en todo el mundo.
Esta dimisión -que se produce a las tres semanas exactas de la citación judicial de Berlusconi y el día en que Di Pietro concluía la presentación de sus conclusiones definitivas sobre el caso Enimont, el proceso sobre la mayor comisión ilegal detectada en la historia de Italia, cerrando la última gran vista pública que le quedaba, en cartera- cae como un nuevo mazazo sobre una opinión pública ya suficientemente sobresaltada.
En un aula del primer piso del Palacio de Justicia milanés apenas medio llena, tras varias interrupciones para despachar con su jefe, Borrelli, que trataba de disuadir al fiscal de abandonar la carrera, Di Pietro comenzaba, al filo de las tres de la tarde, a leer las peticiones de tres años y cuatro meses de cárcel para el ex secretario socialista, Bettino Craxi; de tres años para el ex secretario democristiano, Arnaldo Forlani;de 10 meses para el ex secretario republicano, Giorgio La Malfa, y para todos los líderes de los partidos italianos que contaron en la pasada década. Hasta para el líder de la Liga Norte, Umberto Bossi, que cobró de la Montedison de Raúl Gardini. Se salvaron los ex comunistas.
Sobre las razones concretas por las que se llegaba a esta situación insólita de una acusador prestigiosísimo que pedía condenas con una mano mientras que con la otra colgaba la toga, Di Pietro sólo ha dado algunas explicaciones generales en una carta dirigida a Borrelli.
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