Revuelta
La semana preacueducto comenzó revuelta. Tanto, que nos trajo desde el olimpo al señor del rock and roll. Chuck Berry se dignó apearse unos instantes de su tren del desdén y ofreció a un puñado de nativos de Iberia, que comían y bebían como si se fuera a acabar, poco más de una hora de su gracia divina. Por cierto, menuda idea de bombero la de mezclarle con los Ronaldos, y menuda cara la que se le quedó a Coque cuando le dijeron no. La música es como la lluvia: nunca a gusto de todos.La revuelta juvenil se produjo dos días después en el concierto de Off Spring. Son la última maravilla del punk pop de Los Ángeles. Venden millones de copias y concitan, una vez más, el interés de los jovencitos de todo el mundo con sus himnos de dos minutos.
Desordenadamente, Manu Chao salvó el edificio de la FNAC, impidió que los antidisturbios se pusieran las botas y lideró, cual flautista de Hamelin, una manifestación de más de mil personas que cruzó el centro de la capital en pos de una sala que acogiera la música sorpresa de Mano Negra. En un plano, paradójicamente, menos festivo, un festival contra el sida se celebró en Madrid con la participación de buen número de bandas jóvenes como Javier Corcobado, Pretty Fuck Luck, Intronautas, Phatom Dog, Strange Fruit, Iluminados, Venas Plutón, Automatics, Manta Ray, Pribata Idaho y Los Planetas.
Para terminar, otro aspecto de la revuelta. El Club de los Poetas Violentos son una fuerza de choque dentro del rap en castellano. El poder de la rima, tiene, en la palabra, la espada más afilada y, en los ritmos sincopados, la artillería más pesada. Se puede bailar y pensar con ellos. Son realmente revolucionarios. Alguien debería avisarles de que, en tiempos de conmoción social, los primeros en caer siempre son los poetas.
Babelia
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