Washington sienta un mal precedente al dejar abierta la posibilidad de abandonar la OMC
Los problemas políticos internos de Estados Unidos amenazan el futuro de la Organización Mundial de Comercio (OMC), incluso antes de su nacimiento. El Congreso de Estados Unidos dará la próxima semana, si una sorpresa mayúscula no lo impide, su costoso sí a la Ronda Uruguay del GATT. Aunque, en realidad, se trata de un sí, pero...Hasta hace un par de semanas el GATT era en Estados Unidos la gran esperanza de crecimiento económico, el revulsivo del comercio mundial, la salvación de los países en recesión, la fuente del desarrollo para las naciones más atrasadas, la panacea. Tras la victoria republicana del 8 de noviembre, particularmente tras el triunfo de una corriente conservadora aislacionista y proteccionista, el GATT se convirtió en un peligro, no sólo para la economía, sino para la sociedad norteamericana.
El propio líder republicano, Bob Dole, presionado por la corriente más radical de su partido, plantó resistencia y presentó condiciones a la ratificación del GATT en el Congreso. Dole y Clinton negociaron personalmente los términos de esa ratificación y, finalmente, acordaron la semana pasada dar luz verde al acuerdo firmado por 124 países.
Para ello fue necesario, sin embargo, que la Administración aceptara la creación el año próximo de una comisión de tres expertos que se dedicará a estudiar cuidadosamente el impacto en Estados Unidos de las decisiones de la OMC. Si esa comisión considera que tres medidas adoptadas por el nuevo organismo regulador del comercio mundial perjudican a EE UU, el Gobierno tendrá que volver al Congreso para solicitar la salida de la organización.
Esa decisión deja, obviamente, la puerta abierta a que cualquier otro firmante del GATT rompa la baraja cuando crea que sus intereses se ven perjudicados, y, por tanto, la OMC comenzará con las manos atadas. El presidente Clinton aseguró esta semana que EE UU entiende que "este acuerdo requiere que todas las naciones jueguen con las mismas, reglas". Pero eso no bastó para corregir la frustración internacional por la actitud norteamericana.
Las principales quejas de los enemigos del GATT en Estados Unidos son las siguientes:
-Supone una pérdida de soberanía. Lo grupos conservadores afirman que es inaceptable que EE UU no pueda aplicar sus propias leyes comerciales, como la super 301, que le permite aplicar sanciones unilateralmente, y tenga que aceptar lo que mande "un grupo de burócratas en Bruselas", en palabras de algunos congresistas republicanos. El Gobierno ha explicado que este país no estará obligado a actuar de acuerdo a leyes que no comparta, y que lo máximo que puede hacer la OMC es imponer multas cuando considere que las prácticas comerciales norteamericanas no respetan esas leyes.
- Las reducciones de aranceles aumentarán el déficit. Carla Hills, antigua representante de Comercio y una gran experta en el tema, asegura que el GATT generará en 10 años en EE UU un billón de dólares, y que los ingresos en concepto de impuestos por ese mayor crecimiento serán tres veces superiores a los que se pierden por el descenso de aranceles.
- Se desprotegen industrias nacionales en peligro, como la textil. Sin GATT, la industria textil norteamericana ha perdido ya un 30% de empleos en los últimos años. Los expertos creen que el acuerdo reforzará la competitividad en términos generales y compensará las pérdidas de algunos sectores con los crecimientos de otros más competitivos.
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