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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

¡Mi pobre barrio!

Cada vez tengo más claro que para el señor ÁIvarez del Manzano los madrileños gozamos de distintas categorías. Además, me temo que los que vivimos al otro lado del Manzanares estamos por debajo del subsuelo en lo que a esto se refiere. A las pruebas me remito, y hablo concretamente de Urgel, un: lugar de Madrid que no de La Mancha de cuyo nombre parece no acordarse nuestro alcalde.Me limitaré a señalar una de las últimas aberraciones de que se ha hecho objeto a este ¡mi pobre barrio! Me refiero al cierre de la única biblioteca municipal en kilómetros a la redonda. Una biblioteca situada en la calle de los Hermanos del Moral, que, si bien no tenía muchas pretensiones, ni sus usuarios las exigíamos, cumplía con el propósito de los que acudíamos allí cada tarde en busca de un lugar tranquilo y silencioso donde poder estudiar los pesados temarios de la facultad, prepararnos los exámenes de selectividad o, simplemente, leer algún libro que enriqueciera nuestra vida intelectual. Pues bien, a los madrileños de segunda de este ¡mi pobre barrio! también se nos ha privado de este lujo. La razón del cierre al menos eso ponía en el. cartel de entrada- ha sido la falta de personal. ¡Que le pregunten a mi amiga Virginia, que acaba de terminar la diplomatura en Biblioteconomía y está en paro, si falta gente capaz de ocuparse de este recinto! No, más bien me parece que la alcaldía piensa que no hay nada mejor para ahorrar en los presupuestos municipales que noinvertir en unos barrios que ya de por sí están casi desnudos de recursos y atenciones. Reivindicamos nuestro derecho a no ser olvidados y exigimos -como madrileños votantes en una sociedad democrática- que el alcalde aprenda la geografía de la, ciudad que maneja y que no olvide que a los más desafortunados en lo que a esto se refiere también nos gustaría poder gozar de ese lugar llamado biblioteca, en el que hasta los pobres hallemos la paz y el silencio necesarios al cultivo del intelecto en cualquiera de las bulliciosas tardes de este Madrid, abierto y solidario, que si pudiera hablar, jamás dividiría a los ciudadanos en distintas categorías-

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