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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los reventadores

IMPEDIR HABLAR a alguien, y desde luego a un político, es una cobardía. Los estudiantes de Lérida que reventaron la proyectada charla de Aznar en la universidad no necesitaron gran valor para conseguirlo. En cambio, hace falta una considerable confusión de ideas para hacerlo al grito de fascista. Fascismo es ampararse en la superioridad, numérica o de grito para acallar al, disidente. Ésa fue una de las señas de identidad del franquismo, como recordarán muchos catalanistas que fueron víctimas de la intolerancia de los. vencedores de la guerra civil. Boicotear a un orador puede ser legítimo en un contexto autoritario, en, el que los discrepantes no tienen oportunidad de exponer sus razones. En un país libre y pluralista es una confesión de impotencia.Los intentos de explicar, contextualizar o directamente justificar esa actitud están resultando casi más penosos que el hecho mismo. La idea de que el boicoteo reflejaba el rechazo de la- sociedad catalana a las ideas del orador, la comprensión hacia los motivos de fondo, las insinuaciones de que el que siembra vientos, etcétera, están introduciendo confusión en un asunto que no tiene vuelta de hoja: nada justifica lo ocurrido. Por las mismas razones, resultan ridículos los esfuerzos de algunos campeones del liberalismo por distinguir el boicoteo a Aznar, que consideran inaceptable, del padecido hace año y medio por González en idénticas circunstancias, que estiman justificado. Según unos, porque lo de Lérida fue algo organizado, y lo de Madrid, espontáneo; según otros, más escolásticos, porque al presidente del Gobierno se le hacían reproches. políticos (llamándole chorizo), mientras que al del PP se le tachaba de extranjero (llamándole español). También podría añadirse que González aguantó la bronca y Aznar consideré proba blemente más rentable abandonar el campo como víctima de la intolerancia. Especulaciones, que lo único que demuestran es que algunos famosos liberales lo son sólo hasta los límites de su campamento. Pero ni un milímetro más.

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