La desenvoltura de un maestro
A David Byrne se le cayó una ráfaga de risa cuando se despedía de la gente que se rompía las manos para expresar su contento. Todavía quedaban los bises, pero el caballero había seducido ya a una audiencia que acabó rendida a pesar de la frialdad del recinto Al empezar el concierto había dicho que habría de todo: del pasado, del presente y del futuro. El sonido del local era excelente.David Byrne tuvo su época en que parecía un alambre que recorría el escenario con movimientos entrecortados, pero ahora le ha crecido el pelo, viste de negro y sólo levanta las rodillas sin mucho aspaviento. Viajó por un puñado de temas de todas sus épocas con un grupo de músicos jóvenes y competentes el vibráfono: un hallazgo- que habían asimilado perfectamente sus nuevas directrices: ir al grano con la -máxima sencillez y la energía más intensa.
David Byrne
David Byrne (guitarra, voz), Paul Socolow (bajo), Todd Turkisher (batería), Mauro Refosco (vibráfono, percusión). Palacio de Congresos. N[adrid, 17 de noviembre.
Una sabia dosis de sentido del humor, unos gramos de referencias turbias y un derroche de pura vitalidad. Con esos elementos, Byrne hace su música, que combina latigazos de energía rock con ritmos y atmósferas de las más variadas-culturas musicales. Siempre inquieto, ahora recupera la transparencia de los primeros Talking Heads, pero en el camino ha incorporado un sin fin de influencias y suena diferente: sus viejos temas parecían nuevos e incluso se atrevió con un tema de Thelonius Monk. El capricho de un caballero que se desenvuelve con soltura en cualquier estilo -haciéndolo suyo- y que explota en una ráfaga de risa porque le encanta su trabajo. Un concierto impresionante.
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