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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Argelia, cuestión de seguridad

EL SECUESTRO del avión de las líneas aéreas argelinas, que se prolongó durante ocho horas el domingo en Mallorca, ha terminado sin víctimas. Los hechos han confirmado que los tres secuestradores no eran militantes animados por objetivos políticos directos, sino personas que, simplemente, querían abandonar Argelia y buscar refugio en otro país. Pero este hecho debe servir para que las autoridades españolas estudien y adopten las medidas indispensables ante una realidad trágica: la extraordinaria gravedad que reviste la guerra civil en Argelia y el peligro, cada vez más serio, de que tenga efectos directos en nuestro país.

Basta pensar lo que hubiese podido ocurrir si los tres secuestradores hubiesen estado relacionados con los grupos islamistas empeñados en la acción violenta y hubiesen querido utilizar el secuestro para hacer propaganda de su causa o chantaje sobre las autoridades argelinas o españolas. Un hipotético asalto hubiera tenido que considerar la eventualidad de muertes entre nuestras fuerzas de seguridad, los pasajeros y los propios secuestradores.

Pero, además, hubiese puesto a los ciudadanos españoles residentes en Argelia aún en mayor peligro y convertido a España y sus intereses en blanco prioritario de los grupos radicales. Que ello no haya ocurrido no debe hacernos olvidar que es un peligro al que estamos especialmente sometidos, dada la vecindad geográfica.

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El Gobierno está obligado a Plantearse un conjunto de medidas indispensables para la seguridad española ante las amenazas que se desprenden de la tragedia argelina. Las acciones que ha puesto en marcha el Gobierno francés para desmantelar las redes islámicas en su territorio también exigen una vigilancia reforzada de nuestras fronteras -incluida la del norte- y un mayor intercambio de información Con todos los aliados respecto a los militantes radicales que puedan abusar de la permeabilidad de las fronteras europeas internas.

Existe el evidente peligro de que los grupos islamistas radicales en fuga de Francia busquen santuarios en España. Aquí no cuentan con una emigración argelina tan numerosa como en Francia. Sin embargo, con las crecientes dificultades que les está creando el vecino del norte, es evidente que existirá la. tentación de refugiarse en España por la cercanía geográfica a Argelia y el intenso tráfico hacia el norte de África que fluye por nuestro país.

A diferencia del ministro francés Pasqua, que se siente beligerante en la guerra civil argelina y que apoya al Ejército y al Gobierno de Argel, España debe actuar dando, una prioridad absoluta a su propia seguridad, con una preocupación especial por defender y aplicar los derechos reconocidos a los inmigrados extranjeros.

Los tres últimos secuestradores del avión argelino han tenido una conducta delictiva en territorio español, y por ello habrán de ser juzgados por la justicia española. Así se hizo en el caso de otro avión también argelino que después de ser secuestrado aterrizó en Alicante en el mes de febrero pasado. La extradición de los piratas aéreos está fuera de discusión. Y existe más de una razón. La primera, que no existe tratado de extradición entre España y Argelia. Otra no, menos poderosa, la persistencia de la pena de muerte y la duda razonable sobre las garantías de defensa en un proceso judicial.

Es evidente que para reforzar la eficacia de las medidas de seguridad es imprescindible una colaboración estrecha con Francia. De hecho, ya está en marcha, como lo ponen de manifiesto las visitas recíprocas entre los ministros y secretarios del ramo. Sin embargo, España necesita, a la vez que participa en esa colaboración, conservar sus criterios propios en su política fundamental ante la guerra civil argelina.

No puede tomar partido por uno de los bandos, como Francia parece creer necesario. Lo que por encima de todo interesa a España es que el Gobierno argelino sea capaz de entablar de verdad una negociación con los dirigentes del Frente Islámico de Salvación (FIS), con los grupos islamistas ajenos a la lucha armada. Por eso los principales instrumentos para la seguridad española respecto a esta crisis siguen estando en fomentar el diálogo entre las partes en Argel.

Pero, dado que, los augurios al respecto no pueden ser peores, hay que establecer medidas efectivas para evitar que la tragedia argelina se fomente desde aquí o encuentre escenarios secundarios en nuestro territorio.

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