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Suecia vive un incierto final de campaña en el referéndum para el ingreso en la UE

Xavier Vidal-Folch

Estocolmo está engalanado de pasquines. Tenderetes, predicadores callejeros, discusiones en las plazas y debates televisivos comparten frío y sol con los niños patinando sobre el hielo. El final de campaña del referéndum que mañana decidirá sobre la adhesión de Suecia a la Unión Europea (UE) es de suspense. Las encuestas insisten en el virtual empate: 40% a favor, 40% en contra, 20% de indecisos. Ingvar Carlsson, el primer ministro socialdemócrata, con su partido también dividido, echa el resto. La opinión está dividida.

Así lo indican las ocho últimas encuestas -dos son de ayer- realizadas desde el 29 de octubre por distintos institutos. Con pocas diferencias, todos los sondeos realizados hasta ahora se sitúan en la tripleta. 40-40-20. El promedio de las ocho encuestas es de 41,37% a favor del sí, 38,5% en contra y 20,13% de indecisos. Y sólo en una los contrarios a la adhesión superan a los partidarios.Esta circunstancia constituye una novedad radical. Desde que hace cinco años, en diciembre de 1990, el Parlamento decidió pedir la adhesión, las encuestas siempre eran negativas, salvo en un breve período de 1991. "El viento sopla a nuestro favor", ha declarado el ex ministro de Asuntos Exteriores, Ulf Dinkelspiel, director de la campaña Sí a Europa y negociador del acuerdo con la UE.

Pero las cosas no están tan claras. El primer ministro Carlsson ha tenido que echar el resto en las últimas horas. Ha prometido un programa urgente para fomentar el empleo si gana el sí. Ha movilizado a sus ministros partidarios de la integración. Ha enarbolado el miedo al vacío económico, el alza brusca, de los tipos de interés tras la encuesta negativa. Y ha reunido a todos, los líderes socialdemócratas nórdicos, incluido el danés Poul Rasmussen, para que le apoyen, enviando un mensaje de Europa social. "Junto con los partidos hermanos aumentaremos nuestra influencia", dice el jefe del Gobierno sueco.

Era hora. Frenética actividad y serias advertencias tienen un único sentido. Convencer a sus propios votantes. ¿Qué ocurre? Que la derecha está desde siempre por la causa europea. Que el conglomerado de verdes e izquierdistas siempre ha sido firme "contra la Europa burócratica de Maastricht, contra la Europa-superpoder de Jacques Delors", como ayer subrayaba el líder ecologista, Peter Gahrton. Y, al mismo tiempo, que, por el contrario, la fe comunitaria de los socialdemócratas sólo nació con la agonía del neutralismo posibilitado por la existencia de dos superpotencias.

El PSD abrazó el europeísmo en el otoño de 1990, después de haberlo criticado durante largos años por considerarlo como un "bastión de la derecha", que lo coloreó de libre mercado estricto, sin correcciones sociales. Cuesta tiempo cambiar una opinión así.

Oposición de ministras

El resultado es que el 47% de los votantes de este partido está hoy contra la UE, y sólo el 20% a favor, frente al abrumador europeísmo de los votantes centristas y conservadores.

Dos ministras del Gobierno minoritario de Carlsson, Margareta Winberg (Agricultura) y Marita Ulvskog (Administración Pública), hacen campaña por el no. Las integró en su Gabinete para no romper el partido, dividido por esta cuestión. Y en consecuencia, el Gobierno como tal no ha hecho campaña, y ha financiado el sí y el no.

Si el éxito no corona el empuje final, habrá crisis política. Es cierto que los imponderables -las elecciones de septiembre, el hundimiento del Estonia, que ensombreció todas las otras cuestiones- han acortado la campaña.

Quizá por eso, y por el empate, los votantes suecos han enloquecido, y de ahí que ocupen las calles, discutan, pueblen de insignias de todos los signos sus solapas y todavía esta noche quieran presenciar el último debate televisivo.

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