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El 'ultra' Gingrich aglutina el disgusto contra la política de Clinton

Antonio Caño

Entre otras novedades significativas, las elecciones parciales de mañana en Estados Unidos pueden ser la confirmación de una nueva figura política en este país: el congresista ultraconservador Newt Gingrich. Él va a ser quien intente rentabilizar más que nadie el éxito -de mayor o menor proporción- que obtengan los republicanos, y, probablemente, quien marque la pauta de ese partido en los próximos años. Su figura es el símbolo más rotundo de la oposición a la política de Bill Clinton y, sobre todo, Gingrich se ha convertido en un fenómeno aglutinador del disgusto de los votantes contra las actuales formas de hacer política en Washington.

Las encuestas indican que los republicanos no van a obtener ya la mayoría en la Cámara de Representantes, por lo que Newt Gingrich, miembro de esa Cámara por el Estado de Georgia, no podrá ser su presidente. Eso no impedirá, sin embargo, que capitalice la previsible victoria global de su partido, que cuenta con serias posibilidades de obtener la mayoría en el Senado y de ganar algunos puestos de gobernador. "Como mínirno", ha declarado Gingrich, "vamos a ser lo más fuerte que hemos sido nunca desde l954".El Partido Republicano necesita robar siete de los actuales escaños demócratas en el Senado, y no perder ninguno de los que posee actualmente, para ganar la mayoría en la Cámara alta. Un día antes de las elecciones, los republicanos marchan con cómoda ventaja en cuatro de esos escaños que tienen que recuperar (Ohio, Maine, Tennessee y Arizona) y están obligados a ganar otros tres en las disputadísimas batallas que se libran en Pennsylvania, Michigan, Oklahoma, Virginia y, por un segundo escaño, en Tennessee.

En California, aunque la senadora demócrata ha cobrado últimamente ventaja sobre el millonario Michael Huffington, la situación tampoco está todavía decidida. Lo mismo ocurre en Nuevo México. De los actuales escaños republicanos en el Senado, el único que está realmente en discusión es el de Minnesota.

Si los republicanos ganan finalmente el control de la Cámara alta, un moderado como Bob Dole será el jefe de la mayoría y un ultraconservador como Jesse Helms será presidente del comité de Relaciones Exteriores. Pero todos le deberán su éxito a Newt Gingrich, quien, en septiembre pasado, organizó una insólita marcha de congresistas de su partido en el Capitolio para respaldar su programa de acción, el Contrato con América, la bandera que señala este renacer republicano.

Pase lo que pase en la votación de mañana, Newt Gingrich será la nueva voz de la oposición, el capitán de su equipo. Con 51 años, de edad, Gingrich lleva ya 15 representando a su Estado en Washington. Ello no le impide, sin embargo, presentarse ahora, como el gran enemigo del establecimiento, el látigo contra los políticos tradicionales, la garantía de que el Congreso no se amoldará a los intereses particulares y, mucho menos, a los de la Casa Blanca.

Catastrofismo

Arropado por la ultraderechista Coalición Cristiana, de donde ha tomado sus ideas mesiánicas y sus promesas de revolución moral, Gingrich ha conseguido atraer la atención de los ciudadanos con sus catastrofistas vaticinios de que la nación se encuentra al borde del precipicio. Él es, por supuesto, el salvador.El representante por Georgia también ha sabido oportunamente respaldar una propuesta para recortar el mandato de los congresistas y garantizar que ninguno de los cargos electos se conviertan en políticos profesionales. Varios estados del país votarán mañana esa propuesta en referéndum.

El semanario Time le ha dedicado a Gingrich una portada en la que le califica como "el perfeccionador de la política del odio". El diario The New York Times publicó en su edición de ayer un editorial en el que advertía que, aunque el electorado tiene razón en quejarse por la forma en que los demócratas han hecho las cosas en el Congreso, Gingrich será "un dolor de cabeza mucho más grande y por mucho más tiempo". Otros medios de prensa han tratado de alertar al país sobre los planes que tiene en mente este excepcional personaje y que, básicamente, se resumen en un regreso a la época de Ronald Reagan.

Contrario al aborto, a los impuestos, a la beneficiencia pública, a la política de cuotas raciales, a la intromisión del Estado en los programas sanitarios, partidario de la pena de muerte, Gingrich, hijo de un militar y profesor de historia en su juventud, defiende sus puntos de vista con un estilo agresivo y directo que le hace tremendamente efectivo en televisión.

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