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Calle de Juanita Cruz, s/n

Hay 21 calles, una plaza y siete lápidas o placas en Madrid que recuerdan a toreros, pero no hay ninguna que evoque a una torera.Hay calles en nuestra ciudad a nombre de Manolete, Lagartijo y Paquiro -andaluces todos-, pero ninguna en honor de Juanita Cruz, la mejor torera de todos los tiempos y madrileña por más señas.

Pedro Romero, Pepe Hillo y Costillares -tres monstruos del toreo del siglo XVIIII figuran en el callejero de los Madriles, y estamos totalmente de acuerdo en que esto sea así, pero algún día Conchita Cintrón, la elegante rejoneadora de los años cuarenta, tendrá que tener una vía que lleve su nombre.

Y si hay una calle dedicada a José García Rodríguez A Algabeño, que ocupó un lugar más bien discreto en la historia de la fiesta nacional, ¿no debe de existir una para María Salomé Rodríguez La Reverte, popularisima a principios de esta centuria?

Una noticia reciente en estas mismas páginas informa de que "Izquierda Unida insiste en bautizar 50 nuevas calles con nombres de personajes femeninos ilustres", ya que en Madrid sólo un 15% de las vías bautizadas con nombres de personas están dedicadas a féminas, frente a un 85% de varones". Pues muy bien por IU, y, la verdad, no comprendemos la postura del Partido Popular, que rechazó esta propuesta en el pleno municipal de julio.

Señor alcalde: exigimos democráticamente más calles para recordar a mujeres que lucharon con brío ante toros de lidia. Como Dolores Sánchez La Fragosa, una sevillana que despertó el interés de los aficionados alrededor de 1880; La Pajuelera, retratada en La tauromaquia de Goya; y Martina García, natural de Colmenar de Oreja, que tomó parte en la corrida de clausura de la vieja plaza de toros de la Puerta de Alcalá, en 1874, y todavía seguía en activo a la edad de 66 años.

Juanita Cruz nació en 1917. De adolescente empezó a ir a los toros en la plaza vieja, donde está ahora el Palacio de Deportes, y pronto toreaba de salón con los maletillas. Se fijó en ella un hombre llamado Rafael García Antón -sería no sólo su apoderado sino, con el tiempo, su marido-, y en los años treinta Juanita alcanzó gran popularidad en España en novilladas con picadores, llegando a cortar una oreja en su presentación en Las Ventas en 1936. Toreaba vestida de luces, pero con una falda-pantalón bordada, en lugar de la taleguilla de los varones.

Durante y después de la guerra civil, Juanita toreó en Latinoamérica; tomó la alternativa en Fresnillo (México) en 1940, y sumó 555 festejos hasta su retira da en 1944. "Según he podido averiguar, Juanita Cruz era una torera excelente, clásica, y tomaba muy en serio su profesión", señala Muriel Feiner, una aficionada y periodista estadounidense residente en España desde hace 20 años y autora de La mujer en el mundo de toro, de próxima aparición en Alianza Editorial. - Desgraciadamente, Juanita nunca pudo actuar en España, ya que el régimen franquista, como otros anteriores, prohibía a las mujeres torear de pie. "Su marido alegó que esa prohibición fue impulsada por algunos toreros, que veían en ella una seria amenaza", prosigue Muriel. Juanita volvió a España en 1948, muy dolida por el tratamiento que le habían dispensado, y vivió hasta 1981. Delante de su tumba en la Almudena hay una estatua suya a tamaño natural brindando un toro. La inscripción del pedestal no puede ser más contundente: "A pesar del daño que me hicieron en mi patria los responsables de la mediocridad del toreo de 1940 a 1950, brindo por España". ¿No es hora de que Juanita Cruz tenga una calle en Madrid?

Igual que un día la debe tener Conchita Cintrón, una bella y elegante peruana nacida en 1922, hija de una mujer norteamericana de origen irlandés y un oficial portorriqueño formado en la academia militar de West Point. Desde niña, Conchita asistía a clases de equitación en Lima donde, apenas una adolescente, aprendió a torear a pie de la mano de Diego Mazquiarán Fortuna, un matador vasco.

En los años cuarenta, vestida de traje corto, Conchita alcanzó gran popularidad como rejoneadora en España, Portugal, Francia y Latinoamérica. Salvo en España, le fue permitido bajar del caballo para torear de muleta y realizar la suerte de matar. "Convenció a todos", afirma Muriel. "Todo el mundo estaba de acuerdo en que no sólo era torera sino que jamás perdía su femineidad". El historiador Cossío refrenda esta opinión, y declara. que en esta fina señorita torera "el toreo femenino había alcanzado una categoría difícilmente igualable". Conchita, que ahora cuenta 72 anos, está casada con un aristócrata portugués y vive en Portugal.

Probablemente la torera más curiosa -y controvertida-, fue María Salomé Rodríguez, nacida en Almería en 1878. Con el apodo La Reverte, actuó con éxito hasta 1908, cuando el Ministerio de la Gobernación prohibió que las mujeres toreasen. Entonces, "María" reveló que, en realidad, se llamaba "Agustín" y reapareció en los ruedos como torero varón, pero parece que los públicos mostraron poco interés. Cuando la República volvió a permitir a las féminas torear, "Agustín" se tornó "María" y probó suerte de nuevo, pero los aficionados le dieron la espalda.

Pero la historia no termina allí: algunos estudiosos creen que "María" era "Agustín" desde el principio -así lo da a entender Cossío, aunque sin aportar datos concretos-, y que este hombre se disfrazó de mujer para crear más curiosidad y conseguir más contratos. De todas formas, nos parece que La Reverte merece una calle en Madrid. La podrá inaugurar nuestro alcalde, acompañado de sus correligionarias.

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