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Yeltsin y Chernomirdin no logran resolver la grave crisis política que atraviesa Rusia

Pilar Bonet

Ni el retorno a Moscú del jefe del Gobierno ruso, Víctor Chernomirdin, desde Sochi, en el mar Negro, ni el desmentido del presidente Borís Yeltsin sobre el cese de su primer ministro pudieron neutralizar ayer la impresión de que el Kremlin atraviesa una grave crisis política. El primer ministro dijo ayer que no dimitirá y descartó posibles cambios en su Gobierno. "El año pasado dijeron que fui destituido y ahora que he dimitido", aseguró Chernomirdin, quien añadió que ya está acostumbrado a tales historias.

Yeltsin, por su parte, en una reunión con los directores de los medios de comunicación más importantes de Rusia, dijo ayer que no había ningún motivo para afirmar que Chernomirdin va a dimitir, pese a las diferencias que pueden surgir entre ambos.Chernomirdin debe comparecer el 27 de octubre ante la Duma Estatal (la Cámara baja del Parlamento) y la moción de censura no forma parte, de momento, del orden del día de la sesión. Para mañana está prevista la comparecencia del primer vicejefe del Gobierno, Oleg Soskovets, que debe rendir cuentas sobre el presupuesto para 1994.

En la crisis de la dirección política rusa, las simpatías y los recelos, el apego al poder y el miedo al futuro desempeñan un importante papel, al margen de los retos económicos que afronta Rusia y la situación social en el país, coinciden en afirmar varias fuentes informadas.

La dificultad central que afronta Yeltsin hoy es la de hacer compatibles el calendario electoral y la superación de la crisis económica. Según la Constitución, las elecciones parlamentarias deben celebrarse en diciembre de 1995 y las presidenciales en junio de 1996.

Diversos economistas, entre ellos Yegor Gaidar, el guru de la reforma rusa de 1992, y Evgueni Yasin, el jefe del centro analítico de la Presidencia, han expresado su preocupación por la previsible coincidencia de los comicios con una agudización de la crisis.

El Gobierno de Chernomirdin es un gabinete de coalición donde están representados los grupos económicos tradicionalmente más influyentes de la política rusa. Los intereses del sector energético están representados por Chernomirdin, que dirigió la empresa monopolística del gas soviético, la Gazprom; los del complejo militar industrial tienen un buen paladín en Oleg Soskovets, el primer vicejefe del Gobierno, y los del sector agrario en el vicejefe del Gobierno, Aleksandr Zaveriuja.

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Esta coalición ha garantizado una estabilidad tensa entre los diferentes sectores representados. Sin embargo, la necesidad de establecer prioridades en el desarrollo económico del país y la imposibilidad de contentar a todos los grupos de presión ha dado al traste con el equilibrio interno en el Gobierno y ha enfrentado duramente al sector energético y la industria militar industrial.

Este último sector habría sabido conquistar el corazón del presidente Yeltsin, según, una de las versiones que circulan actualmente por los mentideros moscovitas. Soskovets, que fue director del combinado metalúrgico de Karagandá (Kazajstán) y posteriormente ministro de Metalurgia de la URSS, ha sustituido a Chernomirdin en las ceremonias en honor de la reina de Inglaterra y habría cautivado a Yeltsin con su estilo enérgico y directo. El nombre de Soskovets se baraja entre los candidatos a jefe del Gobierno de Rusia, junto con el de Yuri Skókov, actual presidente de la Asociación de Productores de Rusia y antiguo director de una fábrica militar.

A estos dos nombres, hay que añadir el de Yuri Luzhkov, el alcalde de Moscú, que habría rechazado ya una oferta para ser jefe del Gobierno.

Entre las opciones que Yeltsin tiene abiertas para garantizar su supervivencia política no hay que excluir la opción autoritaria. Para recurrir a esta medida extrema y anticonstitucional, Yeltsin podría invocar una situación de crisis o incluso invalidar la Ley Fundamental.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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