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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Terremoto en Moscú'

DESDE PRINCIPIOS de semana el rublo ha sufrido fuertes caídas en los mercados de cambio de Moscú. Anteayer se escapó a todo control; la caída en esa jornada fue del 21,5 %, la mayor jamás registrada. Fue el martes negro de Moscú. Aunque ayer se frenó como consecuencia de una fuerte intervención del banco estatal y de una subida de la tasa de interés, es un hecho que la brusca depreciación ha puesto patas arriba toda la política económica del Gobierno. En los últimos meses el rublo estaba cayendo a un ritmo cada vez mayor un 4,1% en agosto, un 17,8% en septiembre, un 40% en la primera semana de octubre. Pero el derrumbe de esta semana ha sembrado el pánico en la calle, sobre todo por sus efectos sobre los precios de productos de primera necesidad.Las consecuencias son, sin duda, desastrosas, incontrolables para cualquier Gobierno. Pero la idea de que podría tratarse de una maniobra destinada a favorecerlas exportaciones -de crudo, sobre todo- es tan absurda como la de la conspiración política esgrimida ayer por Yeltsin.

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El desplome del rublo provoca otra crisis política en Rusia

Son los típicos recursos ante cualquier revés de políticos crecidos en regímenes oscurantistas. Como no pueden admitir responsabilidad ni falta de comprensión de los acontecimientos, se incrimina a oscuros poderes. Pero las incertidumbres del momento político y económico bastan para explicar lo sucedido sin necesidad de recurrir a teorías conspiratorias. Esas incertidumbres derivan de las contradicciones del proceso de transición hacia una economía de mercado. Las expectativas de privatización a precios interesantes han atraído en los últimos meses cuantiosas inversiones exteriores: por un importe de unos 500 millones de dólares al mes, cuando, en todo el año 1993 apenas superaron los 1.000 millones. Las inversiones en valores cotizados en la Bolsa de. Moscú también han crecido enormemente.

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En ese ambiente, han florecido operaciones especulativas que han presionado sobre la estabilidad del rublo sin que el banco central haya sido capaz de controlar sus efectos. No lo ha sido, en parte, por impericia, pero también por la enorme fuerza de los operadores internacionales (como el año pasado comprobaron los Gobiernos de Europa occidental). Esos operadores se mueven por expectativas, y las de Rusia no son tranquilizadoras desde su punto de vista. El posible éxito electoral de los ex comunistas y las presiones nacionalistas contra la inversión. extranjera son la cara política de una coyuntura que tiene en su faz económica un retroceso de un 28% del índice de producción industrial.

Recesión, incertidumbres políticas, clima especulativo en la Bolsa y los negocios: ¿hace falta, una conspiración para que el efecto de esos tres factores sea la depreciación de la moneda nacional? Para contrarrestar esos factores, Yeltsin contaba con la baza del presupuesto: un proyecto riguroso tranquilizaría los mercados. Pero las presiones políticas en favor del mantenimiento de las subvenciones a las empresas en Pérdidas amenaza estos días con un nuevo aplazamiento de ese rigor presupuestario. Son contradicciones que, preso en su red de. compromisos, Yeltsin no parece capaz de superar. Por eso la crisis se ha precipitado con la discusión de las cuentas del Estado para 1995.

Con una reacción muy típica de los usos políticos rusos (primero buscar un culpable, después averiguar cuál es su. delito), Yeltsin ha destituido al ministro de Finanzas, Dubinin. La política personalista y autoritaria de Yeltsin le ha ido alejando de las personas más capacitadas. Los líderes de los Amigos de la Rusia Democrática, como Ponomanov y Afanasiev, fueron los primeros en caer en desgracia. Después les tocó el turno a los artífices de la reforma económica, como Gaidar y Búrbulis. Todo ello provoca un- creciente alejamiento de Yeltsin de la realidad, agudizado por su tendencia a evadirse de ella mediante el alcohol. Y es este factor, la manifiesta pérdida de autoridad del presidente ruso, el elemento que faltaba para explicar la agudización de la crisis.

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