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Dos estadounidenses, descubridores de las proteínas G, obtienen el Nobel de Medicina

Semáforos celulares, implicados en enfermedades como el cólera

Dos científicos estadounidenses, Alfred G. Gilman y Martin Rodbell, de 53 y 68 años, respectivamente, han obtenido el premio Nobel de Medicina y Fisiología de este año "por su descubrimiento de las proteinas G y el papel que éstas juegan en la transmisión de señales en las células". El anuncio inicia la serie de premios de este año, concedidos por la Asamblea Nobel del Instituto Carolino de Estocolmo, cuyo portavoz destacó ayer que los galardonados abrieron a partir de los años sesenta un vasto campo con implicaciones en la generación y tratamiento de enfermedades.

Las proteínas G existen en todos los organismos y no son únicas del cuerpo humano, por lo que se ha premiado en realidad un avance de investigación biológica básica. Cuando realizaron, por separado y en épocas distintas, los trabajos que han merecido el premio, Rodbell trabajaba en los Institutos Nacionales de la Salud, cerca de Washington y Wilman en la Universidad de Virginia, en Charlotesville. Ahora, Rodbell está en Carolina del Norte y Gilman en la Universidad de Texas, en Dallas. Ayer, Gilman bromeó sobre esta distinción: "Seguro que daño no me v a hacer".

Tres etapas

Rodbell y su equipo mostraron en los años sesenta y setenta exactamente cómo se transmiten los mensajes a las células y demostraron que en el proceso había tres etapas -recepción, transducción y amplificación-, la segunda de las cuales es la mediada por las proteínas G, que actúan como semáforos celulares. Sobre este trabajo básico, Gilman investigó en una línea de células cancerosas cómo afectaba al cuerpo humano el mal funcionamiento de esta transmisión de mensajes entre células. "Después de muchos años de trabajo, Gilman y sus colaboradores encontraron a finales de los años setenta, y purificaron en 1980, una proteína de las células normales que cuando se transfería a la membrana de una célula que no la tenía restauraba su función normal", explicó ayer el instituto. "Así se descubrió la primera proteína G".Las irregularidades en la función de las proteínas G (denominadas así porque fijan fosfatos de guanosina) desembocan muchas veces en síntomas de enfermedad. Por ejemplo, la intensa deshidratación que sufre un enfermo afectado de cólera es una consecuencia directa de la acción de la toxina del cólera sobre las proteínas G en las células del intestino. "Esta especie de semáforo se mantiene siempre en verde, con lo que la sal y el agua no son absorbidos con normalidad de los intestinos, lo que lleva a la deshidratación y la muerte", continúa la explicación.

Ciertos trastornos congénitos del metabolismo obedecen a las mismas causas y se cree que algunas grandes patologías, de nuestra época, como la diabetes y el alcoholismo tienen relación con la alteración, de la transmisión de señales.

Hay muchas diferentes proteínas G, formadas por combinaciones de tres subunidades, denominadas alfa, beta y gamma. Una proteína G especial existe en la membrana del ojo, donde convierte una señal de luz en estímulo de las fibras nerviosas que transmiten la impresión visual a nuestro cerebro. Otra proteína G existe en la nariz vinculada al sentido del olfato y otras transmiten las vivencias del gusto.

Miles de billones

El organismo humano se compone de miles de billones de células cuya acción conjugada es imprescindible para su correcto funcionamiento. La interacción entre las células, a través de diversas señales químicas, es una etapa de ese proceso, parte de cuyo funcionamiento era conocido, pero no el relacionado con la transmisión de las señales en el interior de la célula. Fueron precisamente los trabajos de Gilman y Robdell los que los pusieron en claro, al demostrar la existencia de una proteína transductora que actúa de puente entre el receptor y el interior de la célula.En España varios grupos centran su trabajo en este amplio campo. "Los estudios sobre comunicación celular son la investigación sobre la vida", explicó ayer Jorge Moscat, bioquímico del Centro de Biología Molecular, informa Efe. Por su parte, . Juan Carlos Lacal, biólogo molecular, señaló: "Es merecido, son muy buenos científicos y su descubrimiento sirve para comprender los mecanismos de regulación de procesos enzimáticos".

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