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Poppea, Popea

Los grandes teatros de ópera, los grandes festivales, rivalizan últimamente en el esfuerzo por recuperar obras maestras de la lírica no integradas en el repertorio. El 350 aniversario de la muerte de Monteverdi en 1993 propició que muchas miradas confluyeran en L'incoronazione di Poppea (La coronación de Popea), título que uno se resiste a traducir al castellano por la musicalidad que fluye de su propio enunciado.LIncoronazione había despertado la admiración de muchos amantes de la música, sobre todo tras la trilogía Monteverdi presentada por Hamoncourt y Ponnelle en Zúrich en la década de los setenta. Magloire, Jacobs y otros especialistas han aportado en los últimos años sus puntos de vista sobre los manuscritos de Nápoles y Venecia en los que se conserva esta obra, sobre la polémica instrumentación, y en suma sobre la versión que con mayor fidelidad se puede ofrecer al público de hoy sin perder de vista que los tiempos han cambiado.

Montpellier, Amsterdam y hasta el mismísimo festival de Salzburgo se han volcado en la poesía sin par del "recitar cantando", con el claroscuro de una intimidad compartida en que la música se sale de ella misma para convertirse en confidencia espiritual y emotiva.

Los ecos de otros países cercanos en la fiebre monteverdiana despertaron a los italianos, tal vez embelesados excesivamente con Verdi, Puccini o Rossini, y sin prestar la atención requerida a uno de sus hijos más ilustres. La Scala de Milán y el teatro Ponchielli de Cremona, lugar natal del compositor, unieron sus fuerzas para programar una Poppea con el encanto, calor y espontaneidad de las voces latinas. Se embarcaron Riccardo Muti y Luca Ronconi en la aventura, y hasta el musicólogo Alberto Zedda se comprometió a realizar una elaboración instrumenta que facilitase la familiaridad con esta obra a un público acostumbrado a otros títulos y otras épocas. En realidad, la idea no es tan lejana a la que mantenía Hamoncourt cuando justificaba los arreglos en función de "una comprensión más acorde con la mentalidad actual".

La Fortuna no ha sonreído a los italianos en su atractivo desafío. Las funciones anunciadas de Poppea comenzaron el pasado viernes en Cremona y seguirán esta semana en Milán, pero ya sin Ronconi y Muti en sus respectivas direcciones. Dicen que la exigente legislación italiana de seguridad no permitía el planteamiento escénico de Ronconi, necesitado de invadir con decisión una parte del patio de butacas. en su intención de mezclar tres ambientes paralelos, el de la Roma antigua, el de la época cuando se escribió la partitura, y el de la actualidad. Dicen asimismo que Muti se ha puesto enfermo hace unos días con lo que ha cancelado sus compromisos en vivo, aunque no la grabación discográfica posterior. El tándem de sustitución formado por Alberto Zedda y Gilbert Defló, con su conocida propuesta de Montpellier, ha devaluado parte del interés de uno de los proyectos operófilos más sugestivos del otoño Lo que queda, en cualquier caso, es el creciente interés por L'incoronazione, primera ópera con personajes de carne y hueso extraídos de la Historia, y primera ópera en obtener un éxito popular que obligó a inmediatas reposiciones, rompiendo el círculo cerrado de espectáculos exquisitos ligados a ambientes restringidos de carácter aristocrático.

Parecía haber caído en el olvido y no era justo. La pespectiva del tiempo nos alumbra ahora sobre su modernidad y alcance, sobre los caminos que apuntaba y sobre una determinada proyección del arte lírico. La desnudez, intensidad e indescriptible hermosura de la unión entre palabra y música de Poppea nos sacuden con una fuerza desconocida, con el desgarro de los sentimientos verdaderos. Y es que Monteverdi invita a la fantasía desde la contención y el recogimiento. No es poco en este mundo de constantes desmesuras.

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