Tercera mirada
Titánico esfuerzo con sorpresas. Así han sido los encuentros en La Ventilla, donde los trabajos tuvieron un buen nivel interpretativo, pero lo de la materia coreográfica es otra cosa: sigue habiendo lagunas, reiteración, lugares comunes, defectos de musicalización. Son las tragedias de una danza contemporánea gestada a bandazos, sin aparato teórico, ayudas estables ni soporte técnico de fiar (en eso franceses y alemanes han jugado con ventaja cronológica y de bolsillo).Fue latente la preocupación de los artistas por bailar bien, por entregarse, así como un interés por el uso de música original. Abundó el sentido trágico y la parte más oscura de la vida, que quizá se prestan más a esa violencia que ronda la expresión dancística de hoy y que no siempre se justifica del todo.
3º Encuentros Coreográficos
La mirada: Teresa Nieto / J. Turina; Para un aterrizaje forzoso: ElenaAlonso Miguel Ruiz; Z: Carmen Werner E. Eizaguirre; Zumbe recto: Francesc Bravo /Galliano; La tercera mujer: C. Werner / Romain Ponsot; Años aguardando un gesto: Mónica Runde / Pedro Navarrete. Centro Coreográfico La Ventilla, Madrid. 2 de octubre.
La mirada es fragmento de lo que se verá en la sala Olimpia en diciembre, con aguda selección musical y un velo de tristeza en la propuesta; la pieza de Elena Alortso se hace inutilmente hierática y con una música que usa rudimentariamente los medios electro acústicos; Carmen Werner mostró el baile, de su último vídeo, de duro lenguaje radical, mientras Bravo trajo el humor en su solo lleno de buena locura. Los miembros canarios de Andanzas en La tercera mujer intentaron acercarse a ese ritmo de fuertes contactos corporales, visceral y trepidante.
Entre los intérpretes hay que destacar al barcelonés José Reches y la portuguesa Graga Reís, del grupo 10 & 10, por su virtuosismo. Tiene prometedor futuro el canario Jesús de Vega, de Provisional Danza y sobre todo Miguel Cañas, que procede originalmente del Ballet Español de Antonio Canales, y al que Nieto saca efectos sorprendentes. Cañas posee unos brazos elegantes y fluidos, una lírica manera de batir el aire que le rodea, eso que los buenos flamencos hacen con sereno dominio, con tronío.
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