El tiro fatal
"El que tire primero está perdido". El centinela apostado junto al despacho del vicepresidente Alexandr Rutskói el 3 de octubre de 1993 por la mañana tenía clara esta sencilla regla y sabía, que las provocaciones eran posibles, cuando aún no había empezado la gran manifestación que precipitó el desenlace.En la tarde del 3 de octubre hubo tiros, pero el tiro fatal, el que sirvió para justificar la violencia contra los adversarios del presidente, lo disparó alguno de los enardecidos seguidore del general Albert Makashov junto a los estudios de televisión de Ostankino desde un lanzagranadas. La respuesta fue un diluvio de balas desde el edificio de la televisión, donde estaban ya las fuerzas de intervención especial rusas.
En comparación con los medios de los que disponían los asaltantes, la defensa fue apabullante, indiscriminada y, en algunos casos, pérfidamente dirigida contra gente claramente desarmada. Alexéi Símonov, presidente del fondo Glasnost, que denuncia las infracciones contra los derechos de los periodistas, cree que los defensores de Ostankino llegaron a disparar contra gente que huía y acribillaron al operador de televisión Serguéi Krasílnikov, uno de los seis periodistas muertos en aquellos sucesos, porque se negó a dejar su cámara y levantar los brazos.
La mayoría de los periodistas muertos en Ostankino fueron víctimas de las balas de las Fuerzas Especiales, señala Símonov. Esta afirmación, que confirman otros testigos presenciales, es rechazada por las instancias oficiales, contra las que se han estrellado todos los intentos de esclarecer los hechos.
La historia oficial dice que las balas venían de los "asaltantes" y no admite que las Fuerzas de Intervención Especial dispararan sobre un ciclista y un hombre aparentemente borracho, que aparecieron en el escenario de la contienda, ni tampoco contra un periodista que intentaba recoger a un herido. Aunque muchos lo vieran con sus propios ojos.
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