Adoramos el becerro de oro, aunque con muy mala conciencia
España sigue adorando al becerro de oro, incluso con más in tensidad que antes. Y al mismo tiempo, y por paradójico que a primera vista pueda parecer, ello parece mal a una proporción cada vez más alta (por no decir a la casi totalidad) de la ciudadanía. Ésta es la conclusión básica que cabe extraer de la compara ción de los datos del presente barómetro y los de otro realizado en 1988.Ocho de cada diez españoles opinan que en España la gente hoy sólo piensa en vivir mejor y en ganar como sea el mayor dinero posible; que nuestra sociedad actual valora y admira mas a quienes triunfan y logran mucho que a quienes se esfuerzan por vivir con valores y principios morales; y que la gente sólo cuida lo que es suyo y en cambio trata mal todo lo que es de propiedad pública.
Y siete de cada diez españoles -creen que la mayor parte de la gente, si se le presentara la ocasión, haría cualquier cosa por dinero. Al mismo tiempo, a la inmensa mayoría de los españoles (entre el 70% y el 94%, según los casos) les parece mal que las cosas sean así. Es de destacar que si el diagnóstico de la situación es básicamente coincidente con el obtenido en 1988, la valoración que el estado de, cosas percibido merece es, en cambio, aún más negativo ahora que entonces.
Los datos reflejan la existencia de una fuerte disociaci6n, que el transcurso del tiempo parece haber agrandado, entre los valores socioeconómicos que son percibidos, como predominantes de hecho en la sociedad y los que a los españoles les gustaría que predominaran. La sensación de desorientación colectiva que sin duda implica tal situaci6n guarda, sin duda, relación con la mala imagen que resultan tener entre la ciudadanía las "personalidades públicas", es decir, aquellas que, por su posición y popularidad tienen capacidad de influir sobre el resto de la sociedad.
Sencillamente, no parece existir un liderazgo social que incite a la emulación y, a la vez, consagre y legitime pautas de conducta. Ni más ni menos que siete de cada diez entrevistados opina que las figuras e instituciones susceptibles de ejercer en nuestra sociedad ese liderazgo social no actúan, en general, con honestidad, ni de forma coherente con las ideas y valores que dicen tener, ni con idealismo, ni pensando en el bien común; y, además, carecen de sentido de la vergüenza y de la dignidad personal.
Es éste un diagnóstico grave. Afecta a niveles de articulación social profundos, que trascienden con mucho el mero terreno de la contienda político-electoral." Los españoles consultados parecen expresar una profunda quiebra de la credibilidad de nuestras "personalidades públicas": de todas, con independencia de su ámbito ideológico o institucional. El estatismo (la tendencia a depender del Estado para la solución. de necesidades y problemas) sigue impregnando la cultura política:, el 721/o (el 75% en 1988) considera que el Estado es responsable de todos los ciudadanos y debe ocuparse de aquellas personas que tienen problemas.
Esta tendencia al estatismo se encuentra, en proporciones sensiblemente iguales, entre votantes, de IU, PSOE o PP. Ello explica probablemente la masiva opción por un modelo de sociedad que, en rigor, habría que etiquetar como socialdemócrata, siendo así que sólo una limitada fracción de los entrevistados se identifica, explícitamente, con esta ideologia o con ideologías cercanas.
La elección entre las diversas etiquetas políticas muestra un alto grado de pluralismo y de ideologización, al reducirse al 20% el porcentaje de entrevistados que no se identifican con ninguna.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.