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Entre el champán y el agua

La austeridad fiscal por la que atraviesa la economía internacional, dijo ayer el director general de Investigación del FMI, Michael Mussa, impide que el crecimiento económico más sincronizado que se observa en 1994 sea festejado estos días en la asamblea anual como debería de ser: con champán. Pero como se prevé que el desempleo se mantendrá durante parte de la recuperación en curso y como se aconseja mantener una vigilia de armas contra la inflación y el déficit presupuestario, la bebida es ... agua.En 1938, el economista norteamericano Alvin Hansen abrió un gran debate en tomo a su libro ¿Full Recovery or Stagnation? (Recuperación plena o estancamiento), escrito un año después de la sorpresiva recesión de 1937. La guerra mundial dio lugar a la gran movilización productiva de los cuarenta; pero esta movilización, tras fundarse el FMI. en la conferencia de Bretton Woods, tuvo su continuidad, bajo la forma de una nueva expansión económica, con la guerra fría. Durante años esta prosperidad se identificó con el funcionamiento normal del capitalismo; las recesiones, por otra parte, no eran sino otro de los rasgos del sistema. Ahora las cosas son diferentes: el crecimiento absorberá muy parcialmente el paro y en una economía globalizada, en la que los mercados dictan las reglas de juego, hay que crecer moderadamente para no alimentar la inflación y mantener a raya el gasto público. En otros términos, la pregunta de Hansen ha recobrado toda su fuerza. El FMI, pues, no propone brindar con champán porque a lo que más se parece la recuperación en curso es a una fase de estancamiento. Al final de este camino, los técnicos del Fondo ven riesgos de una nueva recesión.

La política monetaria tiene que anticiparse a las expectativas inflacionistas con la subida de tipos de interés, tal y como el Bundesbank ha hecho estos años y la Reserva Federal en la primera mitad de 1994. Los bancos centrales, pues, deben interpretar los movimientos de los mercados financieros y desactivar las causas de la agitación y movimiento de los mismos. En cierto modo deben hacer lo que los mercados desean ya que lo que éstos más temen es también un enemigo de los gobiernos: el desborde de la inflación. Todos los demás instrumentos de política económica, pues, pasan a ser secuestrados en un zulo cuyo guardián es la política monetaria.

Esta política supone de facto la confesión de que la economía globalizada no puede superar, a través del crecimiento, los problemas que genera. Así, el informe del FMI apunta (pág. 55): "Aunque las instituciones y prácticas difieren de país a país, la reducción duradera del paro requerirá no solamente la cíclica recuperación de la producción, sino también amplias reformas laborales". Hay un nuevo llamamiento, en lo que se refiere al mercado laboral, a imitar a América del Norte.

Ayer, Flemming Larsen, senior adviser del departamento de Investigación del FMI, al ser preguntado sobre las dificultades para abordar un plan de consolidación fiscal dada la fragilidad de la recuperación en España, dijo: "El caso de España es similar al de Italia. Un programa de reducción del déficit otorgaría gran credibilidad a la política económica ante los mercados y su coste en términos de frenar el crecimiento no sería alto. Somos más optimistas respecto a España en l995".

- ¿Ha visto las cifras del presupuesto español para 1995?

- Sí... Pero no quiero comentarlas... Las necesidades que supone un plan de consolidación fiscal son muy claras...

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