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Cuatro 'cabezas rapadas' apuñalaron en una pierna a un mendigo de Chamberí

Antonio Jiménez Barca

Francisco José García, mendigo de 30 años, notó humedad en la pierna cuando se alejaron los cuatro cabezas rapadas que le propinaron una paliza el pasado día 15 mientras dormía en una esquina. "Era sangre" recuerda, "me habían metido una mojá [puñalada] en el rnuslo". García fue trasladado a un hospital. Salió con tres puntos. Ahora no duerme en el 118 de la calle de San Bernardo (Chamben). "Me buscan; ya han preguntado por mí" dice.

Eran aproximadamente las doce de la noche. García, que desde hace una semana pedía en una esquina y vivía en otra del barrio de Chamberí, se disponía a acostarse. Junto a él dormían ya siete mendigos. Entonces oyó un golpe y un grito. Se deshizo un poco del aturdimiento de la borrachera. Lo suficiente como para enterarse de lo que pasaba: un grupo de cuatro cabezas rapadas, de un sonoro patadón, acababan de desbaratar, al lado de él, el conjunto de cartones bajo los que se encontraba una mujer alcohólica de 40 años.Todos los mendigos pusieron pies en polvorosa excepto la mujer y Garcial. quien no dejaba de aconsejarse a sí mismo: "Tú cállate, Francisco, cállate". No se calló.."Los tipos que eran cuatro, se me quedaron mirando. Yo me repetía:.'Francisco, cállate'. Y de pronto les dije: 'Y vosotros, ¿qué miráis? ¿No. os da vergüenza lo que le acabáis de hacer a esa mujer?", contaba ' el pasado lunes, García.

Uno de los cabezas rapadas se acercó al mendigo y le pegó un empujón. Francisco responpdió a la agresión y tiré al suelo al skin.

Entonces, en un instante, se abalanzaron sobre él los compañeros del rapado y García se vio a sí mismo cuerpo a tierra aguantando una lluvia de patadas y de golpes. "Cuando todo terminó vi que estaba mojado; era sangre. Entonces caí en que me habían metido una mojá [navajazo] en el muslo", relata Francisco, quien cuenta también que los agresores no tenían más de 18 años.

Parte médico

"No tenía muchos golpes fuertes porque me tapé bien con las manos", añade. Cuando dice esto enarbola el parte médico que le dieron en el hospital, en donde se lee claramente: "Herida por arma blanca".

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Un vecino alertado por los gritos llamó a la ambulancia y a la policía. "Se presentaron unos agentes municipales a los que les conté lo que había pasado; después, en el hospital, me pusieron unos tres puntos y luego me soltaron", continúa el mendigo.

Uno de los mendigos que dormía junto a García la noche de la agresión, y que prefiere no decir su nombre, está seguro de que había más cabezas rapadas: "Además de los cuatro más jóvenes, había otros tres, de por lo menos 30 años, que vigilaban por si surgían problemas", explica. "Yo no quise actuar porque pensé que me romperían la cabeza; tenían armas: palos, navajas y cadenas" añade este mendigo, que recuerda sin dificultad el principio de la agresión: "Llegaron y empezaron a insultarnos: 'Hijos de puta, tiraos, y cosas por el estilo. A mí ya me habían amenazado antes en el parques cuenta.

Ahora, García dice tener miedo. Explica que, desde que ocurrió el incidente, los cabezas rapadas le persiguen. "Me andan buscando, han preguntado por mí y me andan buscando", cuenta, bastante nervioso. "Ya no volveré a dormir en el mismo sitio, aunque éste es mi barrio y aquí he vivido siempre; de aquí es mi familia", dice.

Miguel Ángel Pérez, un vecino del barrio, amigo de los mendigos, cuenta que conoce a los agresores: "Son de San Bernardo; sólo se meten con los que están hechos polvo", dice Pérez. "Los días de diario son chicos normales, pero los fines de semana se visten de skins y se van por ahí, llenos de pastillas y de alcohol", añade.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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