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Reportaje:EL RASTRO PERDIDO: FRESNO DE TOROTE

El Torote, seco y sin fresnos

Vicente González Olaya

Fresno de Torote (20 habitantes) se muere al igual que el árbol en torno al cual surgió y el seco río -el Torote- que lo atraviesa. El origen de este municipio se remonta a la Edad Media. Según la leyenda popular, el pueblo nació cuando un primer concejo vecinal se reunió en torno a un fresno recién plantado por el señor del lugar, el marqués de Santillana.El rastro del árbol se perdió hace mucho tiempo. Nadie sabe si aquel fresno aún sobrevive o el lugar exacto donde pudo alzar su tronco. "Sería bonito saber el sitio. concreto donde crecía nuestro particular árbol de Gernika", comentan los vecinos.

El pueblo siempre ha estado unido a la nobleza. En el siglo XVI fue señorío de Ana Mendoza de la Cerda, la princesa de Éboli. Actualmente la totalidad de sus tierras son propiedad de dos familias con títulos nobiliarios.

El municipio está situado a 18 kilómetros de Alcalá de Henares. Muchos de los vecinos de Fresno de Torote ya sólo esperan la jubilación o una oportunidad en otro sitio para marcharse. Hace algunas décadas, los fresnenses pasaban del centenar. Sin embargo, las escasas expectativas económicas de la zona hicieron que la población disminuyese rápidamente.

Curiosamente, su única pedanía, Serracines, situada a tres kilómetros de distancia, ha registrado un espectacular aumento de población. En Serracines, lugar donde se alzan cientos de residencias de personas que trabajan en Madrid, viven 440 personas, según los cálculos municipales. Este desequilibrio de población entre los dos núcleos llevó a las autoridades municipales al traslado, hace seis años, de la casa consistorial. "Justo cuando el arroyo Torote y los fresnos del pueblo comenzaron a secarse", dice el alcalde Agustín García-Nieto, del CDS.

Los vecinos lloran además la desaparición de sus orígenes: "La grafiosis acabó con los bosques de olmos. Los fresnos de las orillas del arroyo se están secando porque ya no llueve", dice Angelines Alcobendas, la única tendera que subsiste en este pueblo. Su casa y negocio, instalado en un caserón de paredes blancas, es una de las viviendas que todavía no han sido abandonadas. Angelines ya sólo vende unas pocas docenas de barras de pan, algunos botellines y cajetillas de tabaco. La tienda de Angelines Alcobendas es el supermercado de Fresno de Torote. En torno a su casa hay otros grandes caserones en los que viven ancianos, agricultores, jardineros y pastores.

Los aristócratas

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La práctica totalidad de su término municipal es propiedad del marqués de Quirós y del conde de Torrepalma. "Siempre se han portado muy bien con nosotros y nunca nos ha faltado de nada", aseguran los vecinos. Todos los fresnenses trabajan en las tierras de los aristócratas como, guardas, pastores y tractoristas.En Fresno, excepto Angelines Alcobendas, todos los vecinos son empleados de los aristócratas. Las viviendas, la Casa de Oficios (un enorme edificio con torre vigía desde donde hace años se observaba a los trabajadores) y la iglesia son propiedad de los nobles. En ninguna de las fincas que rodean el pueblo se puede cazar por ser cotos privados. Muchas de las grandes estancias donde vivían. los trabajadores están hoy día cerradas. "Y más que se van a quedar vacías cuando se mueran algunos vecinos", dicen.

En el pueblo hay tres familias inmigrantes. Los extranjeros, que se han integrado completamente en el pueblo, "son muy laboriosos y ya son vecinos de Fresno", dice Agustín García-Nieto. Alex, un niño de seis años, de padres dominicanos, sin embargo, quiere irse. "Añoro Santo Domingo porque allí tenía más amigos y cosas que hacer". En Fresno sólo quedan cuatro niños.

Agustín García-Nieto es capaz de recordar de memoria los nombres de los 15 vecinos censados en Torote. "De los que sólo han nacido aquí cinco. Este pueblo se muere, y por eso tuvimos que trasladar el Ayuntamiento a la pedanía de Serracines, a tres kilórnetros". El alcalde afirma, algo entristecido: "En unos años, Fresno de Torote habrá desaparecido legalmente. Somos los últimos fresnenses de la historia".

Los vecinos echan de menos muchas cosas: "Teníamos las mejores fiestas del entorno y venía mucha gente de otros municipios. La alegría se notaba en las calles", recuerda el agricultor José María Melero. "Yo lo que más añoro son las amigas. Me acuerdo cuando nos sentábamos juntas a coser en mi casa. Ya casi no puedo hablar con nadie", musita Angelines Alcobendas.

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Sobre la firma

Vicente González Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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