Al puro estilo del presidente
Todo se ha hecho al mejor estilo de Bill Clinton: no hay invasión de Haití, pero hay tropas norteamericanas en ese país; el general Raoul Cédras acepta irse, pero no se va todavía; el presidente Jean-Bertrand Aristide podrá regresar, pero no se sabe cuándo; Estados Unidos dice haber ganado en la negociación, pero no se sabe hasta qué punto. En resumen, después de haber movilizado una flota de invasión y de haber puesto a la nación entera en la tensión de una guerra inminente, la crisis de Haití sigue tan abierta y con final poco menos incierto que hace 72 horas.El acuerdo conseguido en la noche del domingo en Puerto Príncipe por la delegación encabezada por el ex presidente Jimmy Carter contradice varias de las promesas hechas por la Administración y deja muchos interrogantes abiertos:
- Pese a que en la misma mañana del domingo el secretario de Estado, Warren Christopher; el secretario de Defensa, William Perry, y el jefe de gabinete de la Casa Blanca, Leon Panetta, dijeron que, "por razones prácticas", Cédras y sus colaboradores deberían abandonar, no sólo el poder, sino también el país, no se recoge tal demanda en el compromiso alcanzado en Puerto Príncipe.
- Cédras no se retira "ahora", como decía Clinton, sino dentro de casi un mes.
- ¿Hasta cuándo va a durar el ambiente favorable que ayer recibió a las tropas norteamericanas?
- ¿Qué pasa si, como ocurrió con el acuerdo de la Isla del Gobernador, Cédras se niega a retirarse el 15 de octubre? Funcionarios norteamericanos aseguran que la presencia de 18.000 soldados de Estados Unidos en Haití es la garantía de que eso no ocurrirá.
- ¿Cómo podrán convivir en Puerto Príncipe el derrocado Aristide y el derrocador Cédras?
- ¿Cómo podrá convivir Aristide con Estados Unidos, donde los servicios secretos siguen insistiendo en que es un hombre poco fiable?
Las encuestan mandan
Es pronto todavía para saber qué consecuencias tendrá esta crisis en el resto de la política exterior de la Administración norteamericana. De momento, se ha comprobado que una vez más las encuestas han ejercido una presión determinante sobre las decisiones de Clinton, quien, al final, prefirió un mal acuerdo a una guerra impopular.
Los contrarios a la invasión, especialmente la oposición republicana, se felicitan porque sus puntos de vista hubieran prevalecido, pero también se lamentan de que la manera en que Clinton ha manejado esta crisis reste credibilidad a futuras amenazas del uso de la fuerza. Como algunos analistas anticipan, ¿cómo va a convencer Clinton a Corea del Norte para que abandone su programa nuclear si no es capaz de arrancar del poder a los militares haitianos en la forma y los plazos que él quería? La misma pregunta puede hacerse respecto a Bosnia.
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