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GUERRA EN LOS BALCANES

Discurso para todos los gustos

P. E. En los discursos que Juan Pablo II ha pronunciado en la capital de Croacia ha habido un poco de todo y para todos. El Papa ha condenado los excesos nacionalistas, aunque no con el vigor del discurso que hubiera debido leer en Sarajevo y que, finalmente, pronunció el pasado jueves en su residencia de Castelgandolfo. Pero ha frenado el nacionalismo tradicional del clero croata, sugiriendo que quizás su conducta no haya sido todo lo ecuánime que hubiera debido y pidiéndole, al mismo tiempo, que ofrezca ejemplo de reconciliación.

A la vez, el Papa ha reafirmado el carácter fundamental del derecho de autodeterminación, ejercitable "en determinadas circunstancias y condiciones" que, sin embargo, el Pontífice no ha especificado. Y ha reiterado que las nuevas repúblicas de la antigua Yugoslavia deben ser reconocidas internacionalmente como Estados soberanos. Es obvio que este segundo conjunto de ideas puede dar base para la continuación de un conflicto que tampoco está cerrado en Croacia, donde el Gobierno no admite las limitaciones de soberanía implícitas en el actual alto el fuego. Incluso que surjan otros nuevos.

Juan Pablo II ha dicho expresamente que ninguna religión es responsable de los ultranacionalismos balcánicos y ha sugerido que existen culpas concretas de todas las nacionalidades. Pero si hubiera que deducir un culpable del planteamiento hecho por el Pontífice, la respuesta sería siempre Serbia, que se ha opuesto con las armas a la autodeterminación de las otras repúblicas que integraban la antigua Yugoslavia.

Este viaje del Papa, en cuya preparación se revelaron deficiencias de la diplomacia vaticana en la negociación fallida de la visita a Sarajevo, no ha contribuido a acortar distancias entre católicos y croatas. A la misa de ayer, asistieron representantes musulmanes y hebreos, pero ningún miembro del clero ortodoxo.

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