El Papa pide al clero croata ejemplo de reconciliación
"Dar ejemplo de reconciliación" y "tratar a todas las etnias o pueblos" como hijos de Dios son las exhortaciones con las que Juan Pablo II trató de frenar ayer el tradicional nacionalismo del clero croata, tras alabar el "patriotismo sano" y advertir contra la "cerrazón nacionalista". Así comenzó un viaje tan complicado que, en uno de esos juegos imposibles a gusto de la diplomacia vaticana, ha sido presentado no como una visita a Croacia, sino como una simple estancia del Papa en Zagreb, la capital, para celebrar el 900º aniversario de la fundación de dicha diócesis.
El artificio naufragaba ayer frente a la fachada neogótica de la catedral de Zagreb, donde una enorme bandera croata colgaba junto a otra similar del Vaticano, revelando el sentido genuino que el clero local atribuía a la visita del Pontífice. En ese edificio, totalmente reconstruido tras el terremoto de 1880, habló anoche Juan Pablo II a muchos de los 1.500 sacerdotes diocesanos, más de 1.000 religiosos y más de 4.000 religiosas que hay en este país de cuatro millones y medio de habitantes. También las monjitas que esperaban al Pontífice en las callejuelas del barrio medieval circundante blandían en una mano la banderita croata y, en otra, la de la Santa Sede.Todo ello servía de contexto al discurso de un Papa empeñado en recordar los horrores de la guerra y en difundir el perdón como base de "la auténtica paz". El cardenal Franco Kuharic, primado de la Iglesia croata, mantiene una distancia con respecto al poder político. Muchos religiosos han lamentado, por su parte, que el Papa no haya querido visitar Maria Bistrica, un santuario que sirve de raíz cultural al nacionalismo croata.
Pero es la política de Franjo Tudjman -el presidente que dirige el país con poco más del 33% de los votos recibidos por su Unión Democrática Croata-, la más interesada en una explotación nacionalista del viaje de Juan Pablo II. Este líder anticomunista, que en su juventud fue un estrecho colaborador de Josif Broz Tito, pretende obtener de la visita una señal de apoyo a su reivindicación, incluso armada, de la Krajina, el tercio del territorio croata que todavía controlan los serbios.
Según el último censo, elaborado en 1991, son católicos el 76,5% de los habitantes de este orgulloso muro de contención del imperio otomano, donde el aborto es libre, divorciarse resulta fácil y la televisión por cable transmite 24 horas de porno duro hasta las habitaciones del hotel donde se alojan los miembros del séquito pontificio, y eclesiásticos extranjeros venidos para la ocasión, como el presidente de la Conferencia Episcopal Española, Elías Yanes.
La práctica de la comunión y la misa, que hoy está en boga, no impiden que los cristianos sigan apreciando esas conquistas del periodo socialista. "Yo soy católica, pero creo que el aborto es una decisión libre de la mujer", manifiesta una funcionaria que colabora en la organización del viaje papal. En ese terreno, sobre el que Tudjman prometió ayer al Papa colaborar con el Vaticano, se localizan las pocas coincidencias culturales que todavía se encuentran entre católicos y serbios de Croacia. La mayoría de los últimos citados huyeron unos 60 kilómetros, hacia la Krajina, antes de que comenzara la guerra. Los que quedan en Zagreb son muy pocos. No obstante, las medidas de seguridad adoptadas ayer fueron apabullantes. Todos los apartamentos situados en el re corrido del Papa fueron controlados y revisado. Las ventanas debían permanecer cerradas durante el paso del cortejo. Un policía cada cinco metros controlaba a los más de medio millón de croatas concentrados en la capital para recibir al Pontífice.
No obstante, Zagreb vivía un ambiente de fiesta. La fotografía de Juan Pablo II se asomaba en las pulcras cafeterías y en los prósperos comercios, incluso en los de lencería, para homenajear a este primer Papa que visita la flamante Croacia independiente.
El Papa trató de mantenerse las distancias en ese clima de exaltación, y frente a un Tudjman que le recibió como al "primer defensor del pueblo croata" y le pidió "empeños adicionales" para lograr objetivos como "ante todo, la liberación de los territorios ocupados".
Perdón generoso y humilde
"He intentado todas las vías y he llamado a todas las puertas para detener la sangrienta guerra fraticida", dijo Juan Pablo II, en el discurso de respuesta a Tudjman que pronunció tras su llegada, en el mismo aeropuerto. "La proyectada visita del pasado día 8 [a Sarajevo] pretendía orientarse en esa misma línea", añadió antes de saludar y pedir la paz.,
"Es necesario promover una cultura de la paz inspirada en sentimientos de tolerancia y solidaridad universal. Una cultura que no rechace el patriotismo sano, pero que mantenga lejos la cerrazón y exasperación del nacionalismo, con la conciencia de que los hechos producidos por el odio no se curan con el rencor, sino más bien con la terapia de la paciencia y el bálsamo del perdón. Un perdón que se debe pedir y conceder con generosidad y humildadad", afirmó luego el Papa.
Los prófugos, qué en toda Croacia siguen siendo más de, 400.000, la reconstrucción posbélica y la necesidad de evitar nuevos estallidos fueron los problemas aludidos por el Pontífice.
Un hombre doliente
Cabizbajo, encorvado, Juán Pablo II descendió ayer del avión por sí mismo, apoyándose en su bastón, muy despacio y comunicando una fragilidad que mantuvo en suspenso a cuantos le esperaban en el aeropuerto de Zagreb. Besó la tierra que le acercaban en un cuenco, porque, tras ser operado de la cadera, ya no logró arrodillarse, como ha hecho siempre que visitaba un país nuevo; y siguió caminando a pasitos por la alfombra roja, dudosamente estable, con la expresión algo ausente del hombre que sufre mucho.Fueron imágenes inéditas de un Pontífice muy deteriorado, que luego tendría dificultades para leer el texto de su discurso en serbocróata, pero que también demostró arrestos para recordar que su corazón mira a Bosnia y emplazar a su anfitrión, el presidente croata, Franjo Tudjman, con pasajes decididos.
El Papa Wojtyla soportó bien; el posterior traslado hasta el centro de Zagreb, cerca de una hora con el sol de cara y alzado en su papamóvil, del que bajó con fatiga cuando llegó a la catedral para la celebración del 9000 aniversario de la diócesis.
Rodeado por la muchedumbre de obispos y religiosos, el Papa caminó hasta el altar mayor, y presidió una ceremonia de más de hora y media. Concluida ésta, recorrió a pie los cien metros que le separan de la nunciatura, donde pernoctó.
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