Calentura
A falta de saber si el calor tiene ideología me fui a Londres de veraneo, donde el sol es tan político. La señora Thatcher ha hecho mella en el edificio de la sociedad (aún quedan desconchados en algunas instituciones céntricas) y los mendigos se parecen a los nuestros, aunque sus andrajos son de cheviot. Todo lo demás es distinto.Los ingleses que uno conoce allí se quejan del efecto congelador de los tories y te miran envidiosos del bronceado de 12 veranos seguidos de fulgor socialista. Pero, mientras les escuchas, tú estás viendo los teatros abarrotados en tiempo de crisis, los museos abiertos siete días a la semana, las tiendas despachando día y noche, incluidos domingos y festivos, el reparto de cinco correos diarios, la bajada del precio de la prensa, la prontitud del metro. ¿Cómo explicarles que, fuera de Benidorm, en tu país todo se atonta en verano y los domingos sólo abren las iglesias? Tus ingleses más progres también lamentan su doble moral puritana. Pero mientras les escuchas ves a un bobby llevarle las maletas al viajero que va a perder el tren, recorres las zonas de Londres reanimadas por una floreciente y libre y orgullosa cultura gay, observas a los árabes tomando con sus ritos los parques más centrales, o lees en la prensa que el pasado de puta de una negra no le impide entrar en liza para ser alcaldesa de una ciudad como Liverpool. ¿Cómo explicarle que en tu país soleado la policía se ocupa esencialmente de parar en la calle a los moros, periodistas que escriben en medios que se dicen de izquierda declaran repugnancia por la homosexualidad, o que tu alcalde lleva en invierno el abrigo preconstitucional y en verano camisas de rayas y cuello blanco?
Pero ellos, miembros de una sociedad cuyo norte es servir al bienestar común, aún añoran un sur más cálido. ¿Cómo explicarles que si te has ido a veranear a Londres es por lo quemado que estás?
