Mochuelo llama a Mochuela
Biscúter leyó la gacetilla con autoridad y a continuación miró de hito en hito al herido a la espera de explicaciones.-Yo estaba en el paro, se me acaba el subsidio y escribí, a ver que salía. ¡Parecía de película! ¡Cientos de personas casi iguales! Yo me volvía loco. Miserable condición la humana, nos creemos seres excepcionales de uno en uno y cientos de personas son como nosotros. Luego la audiencia con el jefe de la oficina era privada y salías por una puerta a las dependencias de la academia. Subterráneas. Tal como le digo. Ya no podías salir al exterior, pero comías de puta madre. y sólo tenías que estudiar un dossier sobre Roldán y prestarte a exámenes muy duros para demostrar que ibas empollado, como esos exámenes de las películas de espías. Luego me destinaron a Zaragoza y a cuatro más.
-¿No preguntó usted para qué?
-Nos dijeron que era un test de conducta social, para ver cómo reaccionaba la gente ante un fugitivo, porque en el día de mañana los ciudadanos deberán ser más vigilados y más vigilantes que nunca, a medida que tengan más libertad. ¿Comprende?
Se apretó la cabeza con las dos manos.
.-¿Y si me dieras un chute? Majete. Tráeme una pastillica de esas del botiquín.
. Le obedeció Biscúter para ganar su confianza, pero al poco de haber tomado el éxtasis, Roldán empezó a sentirse a gusto, y se olvidó de quién era, de dónde venía y adónde iba.
-¿Quién maneja la operación?
-Tómate una pastilla y bacila... pendón...
-¿Quién es el jefe de zona?
-Ella. Es una mujer.
Roldán le enviaba una sonrisa inocente, con los ojos viajeros cruzados, como buscando los límites de las propias narices rotas. No iba a sacarle nada más y era urgente comunicar con Carvalho para, transmitirle tan sensacionales revelaciones antes de que la titi viniera con refuerzos. Tomó precauciones durante la retirada. Sin novedad en el pasillo, ni en el ascensor, ni en la entrada, pero nada más doblar el pescuezo para comprobar qué le esperaba en la calle, su cara se topó con la de la mujer evanescente, apoyada en la pared, víctima de su cansancio físico y metafísico congénito. Fue un susto para ambos y escarmentado Biscúter por tan peligrosa mosca muerta, tomó distancia y trató de marcharse sin perderla de vista, en un avance retirada, cual cangrejo. Ella le seguía.
-Te esperaba para disculparme... Tendrás una idea caníbal de mí.., Esta tía es una rajá... Yo de rajá, nada... Yo contigo debuté y en cambio con el basto ese no puedo, fijate que me he dado el zuri por no verle.
. -Todo está claro y ha sido un placer. De hecho ya sé todo lo que me interesaba. .
Ella había conseguido ponerse a, su paso y secundaba las largas zancadas de las cortas piernas de Biscúter, con el rostro fascinado vuelto hacia él. -
-Yo no entiendo ni pegote. ¿Este tío es o no es Roldán?
-¿Me lo -preguntas tú, que eres su titi, ... ?
-¿Yo la titi de ese bacalao? Me contrató en una agencia de azafaías porque necesitaba ir a reuniones importantes bien acompañado, y no se ha movido de El Tubo. en un mes... Oye,no corras tanto, que el único ejercicio que yo hago es cortarme las uñas de los pies.
Tenía que localizar cuanto antes a Carvalho para ex,plicarle el sensacional- descubrimiento: Zaragóza estaba llena de Roldanes y las cloacas de la ciudad se habían convertido en una red de encuentros y desencuentros de misteriosas gentes. Mentaflzó el, mensaje: "Mochuelo llama, a Mochuela. Epidemia de Roldanes. De cloaca en cloaca. Tengo un apartado de correos clave...". Por más que Biscúter guardó un árido silencio de piedra berroquefia, la mujer le siguió hasta el hotel mientras le explicaba lo mal que estaba Zaragoza con el nuevo presidente autonómico socialista de la fracción de Guerra. También le acompañó a la habitación, siempre sin dejar de hablar, ni tener en consideración que Biscúter trataba de comunicar con Damasco en el francés retenido durante su curso de cocina de París para especializarse en sopas. Le cost o sudores de agosto,.zaragozano y cuando deletreaba las últimas palabras vio a la dama fisgándole el billetero.
-¡Muy bonito...!
Iba Biscúter a poner orden cuando la muchacha, poca cosa y . desdibujada, adquirió una sorprendente contundencia y le largó un puñetazo que le dejó sin sentido, una décima de segundo después de que Biscúter pensase: esta mujer es peligrosa.
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