Esparadrapo en el cerebro
Leo asombrada y divertida un artículo publicado en EL PAÍS del 10 de agosto sobre la escritora B. Cartland; parece que la pobre mujer no sólo se pone esparadrapo en las mejillas, sino que también lo lleva en el cerebro. (Da pena ver a lo que se puede llegar cuando se rondan los 100 años).Además, ella misma se contradice, pues si, según sus palabras, una mujer debe estar en casa con el marido y los platos, no sé qué hace trabajando, escribiendo tonterías durante todo el siglo XX (para ella el XV, que es en el que está).
Si para Bárbara Cartland el sexo significa cosas sucias es que lo ha probado poco, razón por la que probablemente se divorciaría su marido, puesto que el buen sexo es tan imprescindible como el buen amor.
Otra cosa, señora Cartland, a ver si aprendemos a distinguir la ficción de la realidad, porque esa leyenda que ha hecho correr usted misma sobre las 56 veces que la han pedido en matrimonio es realmente graciosa (está bien conservar el buen humor aún).
En cuanto a estar en contra de la igualdad de clases y a favor de que se dé trabajo a los hombres antes que a las mujeres, creo que se demuestra claramente que su aspecto exterior corresponde claramente con su interior.-
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