El presidente Salinas exige a los gobernadores que garanticen unas elecciones limpias en México
El Gobierno mexicano reiteró en las últimas horas la necesidad de una votación masiva que rompa con el temor a la violencia que se percibe en algunos sectores y acompañe los esfuerzos que se han hecho para que las elecciones del domingo sean las más limpias de la historia del país. Este llamamiento, realizado el martes por televisión por el secretario de Gobernación, Jorge Carpizo, coincidió con una reunión del presidente Carlos Salinas con todos los gobernadores mexicanos, en la que se les exigió un comportamiento ecuánime y de apego a la ley que no empañe los comicios.
La voluntad del Gobierno de lograr unas elecciones limpias, donde el resultado sea claro y no conduzca a desórdenes al día siguiente, es palpable. Al menos éste es el mensaje que, tanto desde la presidencia de la República como desde la secretaría de Gobernación, se intenta trasladar a la sociedad. Salinas se ha propuesto que todo salga bien el día 21, ya que unas elecciones no cuestionadas le permitirían cerrar con buena imagen su trayectoria como gobernante.Pero en México hay miedo. La batalla que el líder de la izquierda, Cuauhtémoc Cárdenas, ha mantenido desde 1988 contra el Gobierno y el Partido Revolucionario Institucional (PRI) se nota estos días con mayor fuerza. Cárdenas, a quien las encuestas le adjudican un asombroso 10% en estas elecciones frente al 46% del candidato oficialista Ernesto Zedillo, es un hombre irreconciliable con el priismo.
El radicalismo de Cárdenas, las campañas continuas de desprestigio que sufrió y los seis años de silencio a los que le sometió Televisa, la poderosa televisión mexicana de la que es propietario el multimillonario Emilio Azcárraga, le han atrincherado con sus campesinos, sus intelectuales y todos aquellos funcionarios que se sienten resentidos con el partido de Estado, lo que ha creado un frente de resistencia con el que difícilmente se puede llegar a consensos.
Cárpizo no ha podido conseguir que Cárdenas le extienda la mano. Ha sido el único de los nueve candidatos presidenciales que no ha estampado su firma en el llamado pacto de civilidad, un compromiso con el que se pretenden evitar desórdenes poselectorales similares o peores a los que se han sucedido durante estos seis años tras cada comicio local.
Cárdenas ya ha convocado a los suyos al día siguiente en todas las plazas y zócalos de la República: o festejarán la victoria o iniciarán la resistencia civil, término este último que la mayoría de la población asocia a la violencia y no a manifestaciones pacíficas de protestas. De hecho, todavía se recuerdan las tomas por asalto de ayuntamientos y centros oficiales en algunos Estados donde los cardenistas no reconocieron la victoria del contrario.
El líder izquierdista advertía ayer, en un artículo en el diario La Jornada, que las elecciones del domingo son las más importantes y decisivas de México tras la Revolución, pero precisaba que el mayor problema era la falta de democracia que existe en el país. Cárdenas negaba que un eventual triunfo de su partido trajera consigo el caos a México y acusaba al PRI de meterle miedo a la población.
El miedo, sin embargo, crece, aunque no nace estos días por la querella de Cárdenas con el priismo. Es algo que se arrastra desde el levantamiento zapatista de Chiapas. Carpizo, en su comparecencia en televisión, reconoció haber escuchado rumores acerca de que había familias que estaban acopiando víveres para no salir de casa el día 21. Pero insistió en que su objetivo era que al menos votara un 65% de la población.
Eso, a su juicio, sería un éxito, ya que superaría la participación de las últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos (55%), el vecino que ya ha advertido que no desea convulsiones al sur de su frontera.
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