La pesca masiva y la contaminación están agotando los mayores caladeros del mundo
Se cumplen 20 años del establecimiento de los límites de las 200 millas marinas
Terranova era antes la tierra del bacalao. Allí pescaban, sobre todo, los portugueses, lo que dio lugar a la cultura gastronómica en torno a este pescado conservado en salazón. Este año, los Grand Banks de Terranova son aguas vedadas. Es el ejemplo más espectacular de un fenómeno mundial, anunciado desde hace 20 años, cuando se establecieron los límites de las 200 millas, y que se refleja estos días en la guerra del bonito: el agotamiento de los mayores caladeros del planeta por sobrepesca, utilización de técnicas destructivas y contaminación.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) estima que si los caladeros se explotaran con criterios de equilibrio ecológico, del mar se podría extraer hasta un 25% más que en la actualidad sin poner en peligro su futuro.El Gobierno canadiense ha establecido una moratoria de dos años en la pesca del bacalao, pero los científicos creen que la población tardará al menos cinco años en empezar a recuperarse. Unas 30.000 personas se han quedado sin trabajo. Hace dos semanas, una patrullera canadiense detuvo fuera de su zona de exclusividad económica de 200 millas a un barco estadounidense que pretendía pescar vieiras. Su Gobierno se basa para intervenir fuera de sus aguas en una disposición del Tratado de la Ley del Mar de Naciones Unidas que justifica esta intervención cuando se pongan en peligro especies sedentarias.
Vacío jurídico
Canadá es el país que ha ido más allá en la defensa, por la fuerza si es preciso, de los recursos pesqueros que hasta ahora no ha sabido conservar; pero los conflictos internacionales son permanentes. Como señala un reciente informe del nortemaericano Worldwatch Institute -Pérdida neta: peces, puestos de trabajo y el medio ambiente marino-, más allá de los límites de las 200 millas, establecidos hace ahora 20 años, cuando surgieron los primeros conflictos internacionales en pesquerías, no hay más que un vacío jurídico. "Todo es de todos", lo que está contribuyendo a destruir las especies más comerciales de peces, crustáceos y moluscos, y con ellas parte del resto de la vida marina, sin que los diversos trata dos regionales logren evitarlo.A pesar de que la pesca es una de las actividades en las que resulta más fácil entender el adjetivo sostenible, que se ha puesto de moda en desarrollo y medio ambiente, este concepto no se aplica y el agotamiento ha llegado. Según la FAO, las capturas no han podido aumentar o han disminuido en 13 de los 15 mayores caladeros del mundo y el número total de toneladas pescadas ha disminuido un 5% respecto a 1989.
Numerosos informes científicos definen por aproximación el ritmo sostenible de capturas -cuánto se puede pescar de una especie de forma indefinida sin poner en peligro su futuro sobre la base de su población, mortalidad y fertilidad-, pero son dados de lado por intereses económicos, como ha sucedido hasta este año con el atún atlántico, al borde de la extinción por la alta demanda de Japón. El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) difundió ayer un informe en Suiza centrándose en que el agotamiento de los recursos marinos traerá fuertes problemas sociales y en la necesidad de una legislación internacional más clara y rigurosa.
Además del bacalao, están en crisis los atunes y los cefalópodos (como los calamares), los arenques, algunos tipos de sardinas, la merluza y la caballa. Tras un rápido declive, se recupera la anchoa peruana, poco valiosa, que se utiliza para harina de pescado.
Las prácticas destructivas -como las redes de deriva y la pesca no selectiva- y la contaminación representan otras amenazas serias y no bien evaluadas para los caladeros, ya que influyen sobre todo el ecosistema, según el informe del Worldwatch Institute.
La acuicultura, una posible fuente de sustitución para la pesca salvaje, no es todavía significativa, excepto en determinadas y escasas especies, como gambas, carpa y salmón. Desde el punto de vista ecológico, las granjas marinas son peligrosamente destructivas de los ecosistemas costeros, señala Peter Weber, autor del informe, quien en sus conclusiones se inclina por proteger la pesca artesanal, que hace subsistir a comunidades locales y dejar de subvencionar las grandes flotas. La opción de privatizar zonas del mar en cotos concedidos a empresas, defendida por organismos como el Banco Mundial, es rechazada por científicos y ecologistas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.